120/16(13/04/21) Decepcionante biopic sobre la figura de Fred Hampton, presidente de la sección de Illinois del Partido Pantera Negra en Chicago a fines de la década de 1960, visto bajo el prisma del informante del FBI William O'Neal infiltrado en su grupo. Segunda dirección de Shaka King, que escribió el guión con Will Berson, basándose en una historia de la pareja y Kenny y Keith Lucas, protagonizada por Daniel Kaluuya, Lakeith Stanfield, y Jesse Plemons, estando en un rol secundario Martin Sheen. Una hagiografía folletinesca hecha a mayor gloria del movimiento contestario afroamericano Black Lives Matter para ‘beatificar’ como mártir a este joven, donde flaco favor hacen a su figura cuando no se le humaniza, se le ve únicamente como un tipo si matices, sin aristas, endiosado, febril de discursos incendiarios, pregonando la violencia contra la policía, pero que luego se nos quiere presentar como hogareño, cariños y que no desea la violencia (pero si la está clamando en sus homilías!!!). Aquí no hay complejidades o grises, todo es blanco y negro, pero al revés, o sea los negros muy buenos, y los blancos muy malos, el FBI es una organización infernal gobernada por un Satán caricaturesco, que oprime y mata a los pobrecitos negros mientras estos rezan al Niño Jesús (ataque de cinismo). Ha tenido seis nominaciones en los Oscar, incluida Mejor Película, con Stanfield y Kaluuya ambos nominados como Mejor Actor de Reparto.

Por supuesto que USA tiene un pasado sombrío en su racismo inherente, haciendo una lucha loable en los 50 y 60 por los Derechos Civiles capitaneada por Martin Luther King. Pero esta cinta mitifica de modo grimante a un tipo que tampoco le vemos hacer nada especial durante la cinta, más allá de discursos con proclamas violentas. Ya desde el titulo la pompa y lo fatuo lo llena, tildándolo de Mesías, cuando repito, no le vemos hacer milagro alguno, solo hablar de que es un revolucionario socialista (‘’I am a revolutionary!’’, frase mantra de Fred Hampton en sus discursos), este nos guía a través del discurso narrativo, intenta unir a facciones paramilitares de afroamericanos, pero sin saberse bien con qué objetivo, pues no luchan contra una injusticia concreta, lo que hace perder el foco del drama humano (como por ejemplo hacia bien “Selma”). Todo me resulta manufacturado, lineal, sin sorpresas, con un ritmo de más a menos, perdiendo fuelle a pasos agigantados en su tramo final, donde hay u metraje excesivo para lo poco que cuenta.

La película se inicia con un video de archivo de marzo de 1989 con William O´Neal (primera y única entrevista que hizo), a fines de los 80, que habla cuenta para un documental sus años de informante del FBI infiltrado en la sección de Chicago del partido político de las Panteras Negras durante los años 60. Luego de los títulos se presenta al personaje en la ficción basada en esa historia real.

En 1968, el delincuente menor de 17 años William "Bill" O'Neal (Lakeith Stanfield) es arrestado en Chicago después de intentar secuestrar un automóvil mientras se hacía pasar por un oficial federal. Se le acerca el agente especial del FBI Roy Mitchell (Jesse Plemons), quien ofrece se retiren los cargos de O'Neal si trabaja encubierto para la oficina. O'Neal está asignado a infiltrarse en el capítulo de Illinois del Partido Pantera Negra (BPP) y su líder, Fred Hampton (Daniel Kaluuya). O'Neal comienza a acercarse a Hampton, quien trabaja para formar alianzas con pandillas rivales y grupos de milicias mientras extiende el alcance comunitario a través del Programa Desayuno Gratis para Niños de la AFF. Las persuasivas habilidades de oratoria de Hampton eventualmente ayudaron a formar la multirracial Rainbow Coalition. Hampton también se enamora de Deborah Johnson (Dominique Fishback), miembro de la AFF. O'Neal comienza a transmitir información a Mitchell, quien a cambio lo compensa con dinero.

Tampoco es que la subtrama paralela a Hampton, del ‘Judas’ O’Neal resulte estimulante, pues no es que veamos en este dilemas morales con lo que hacer, pues hace todo lo que se le pide y punto, por tanto cero sorpresas, no hay dudas en su traición. Está el agente Roy Mitchell que si tiene un arco de desarrollo de tipo que parece buena gente, a ir virando (parece ser por el trato con su jefe Edgar J. Hoover) en un ‘hijoputa’ (que para guiñolizarlo más, fuma puros), pero tampoco es que haya una mínima profundidad en esto. Por cierto, la información que este Judas pasa al ‘Romano’ de turno no pasa de hacer unos planitos de locales o pisos (¿?).

Es una película donde la tensión es cero, la intensidad te la meten a empujones de gritos. Me he sentido con la cinta como cuando estoy con un charlatán que me quiere vender algo que se nota a la legua defectuoso. Me quieren mostrar la lucha de del David de estos pobres afroamericanos que son perseguidos sin motivo alguno (venga ya!) por ‘los escuadrones de la muerte del FBI’, entes malignos que no soportan a estos cándidos negros, que total, solo propugna el angelito de Hampton matar ‘cerdos’, epítome buenista (¿?) con que estos inocentitos llamaban a la policía, pero esto lo decían sin malicia alguna (ataque de cinismo).

Seguro que ha habido brutalidad policial denunciable y execrable, seguro que ha habido racismo en las fuerzas policiales, es atacable la injusticias de estos actos, pero no se puede decir que todos los blancos sin matices eran endemoniados sádicos, al anular la ambigüedad y complejidad del problema se anula su hondura dramática en pos de un relato frívolo. Se nos quiere hacer ver un terrorismo de estado frente a unos ingenuos paramilitares, venga ya!