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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
5
Comedia. Romance Una famosa actriz conoce a un elegante y rico hombre de negocios y ambos se sienten inmediatamente atraídos. Él le confiesa que está casado y que su esposa se niega a concederle el divorcio. A pesar de todo, mantienen una feliz y romántica relación.(FILMAFFINITY)
25 de julio de 2020
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
229/33(24/07/20) Plúmbea comedia romántica realizada a mayor gloria de su icónica pareja protagonista la sueca Ingrid Bergman y el inglés Archibald Alexander Leach, conocido artísticamente como Cary Grant, que vuelven a reunirse 12 años después de la exitosa “Notorius” (1946) de Hitchcock, en este caso variando el tono tenso y malsano hacia lo naif y desenfadado de un relato simplista de un amor elitista. Dirigida por Stanley Donen en radiante Technicolor, con guión de Norman Krasna (“Furia”), adaptando su propia obra teatral “Kind Sir”, para un argumento de lo más plano, al que el director envuelve en elegancia supina, donde el espectador se traslada por clubs fastuosos, salones de baile espectaculares, restaurantes ostentosos, un apartamento de súper-lujo, y por supuesto vistiendo a la Star Bergman en vaporosos vestidos creados por Christian Dior. Todo esto para intentar suplir sus carencias narrativas, durante una hora del metraje estamos inmersos en una trama de amor pastelosa, sin roces, sin rastro del screw-ball, todo edulcorado, liso, sin aristas, todo muy chic, regalos estentóreos, miradas, llamadas de teléfono del clásico ‘cuelga tú’, pero eso sí, todo tan casto como una lección de catequesis, pues no se dan ni un solo beso en toda la película (será por aquello de compensar el famoso de “Notorius”), para en los últimos 40 minutos meternos en un vodevil de mentiras y trampantojos inverosímil con las personalidades de unos y otros, para derivar en un final que se larga más que el de la serie “Lost”, sobre todo cuando ya sabemos lo que pasará, sin sorpresas. Todo es puro champagne cuando se descorcha, muy bonito los segundos que está estallando cual mini-volcán, pero eso son unos instantes que pasan rápidos y luego llega el reposo y el vacío, pues eso este film, burbujas hueras de contenido. Film rehecho para tv en 1988 protagonizada por Robert Wagner y Lesley-Anne Down.

Solo salvo del olvida dos escenas: Al parecer la censura estaba imperante en esta cinta, tanto que como he comentado la pareja súper enamorada no se da un beso en pantalla, y como salva este hándicap Donen, pues con recursos hábiles ‘lubitschianos’, como cuando tras una cita nocturna ella le invita a él a tomarse una última copa en su piso, la puerta se cierra y la cámara se aleja despacio, queda fuera en señal de no molestarlos, cuando todos sabemos lo que pasará dentro, hay un fundido a negro, con elipsis. Vemos a é acostado en la cama (dudamos si es la de ella), él coge el teléfono y llama, entonces parece ella en su catre sola contestando. Esto encadena a otra llamada posterior de él, que ella espera, pues vemos que tiene su teléfono en la cama. Cuando ella contesta la pantalla se divide en dos, y los dos interactúan cual sí estuvieron juntos en la cama, se miran, se tocan con las manos, ella se da la vuelta y el parece tocarle el trasero (e incluso insinuando la postura sexual de ‘La cuchara’). Genial modo de sortear el Código Hays de autocensura. Pero esto solo un gag suelto en medio del desierto. Por cierto fue una de las primeras películas en utilizar este recurso de pantalla dividida; El otro momento divertido es durante el baile pomposo, donde vemos a Cary Grant en un baile escocés dislocándose los huesos en movimientos estrambóticos, quizás una parodia de los grandes musicales que Donen había dirigido (“Cantando bajo la lluvia” o “Siete novias para siete hermanos”). Este es otro gag paracaidista en medio del erial que esta película hedonista; Si acaso por no ser el tío de la guadaña con la película destacaré una buena frase que dice el cuñado de Anna (Ingrid Bergman) al escucharla hablar por teléfono, “No hay sinceridad como una mujer diciendo una mentira".

Es un amor clasista y elitista entre dos pudientes, que parte de las muestras de amor se dan con la suntuosidad de su dinero, regalos de joyas, de cuadros, vestidos elegantísimos, regalo de barcos, todo muy sencillo (ataque de cinismo). Ello con la descripción de unos personajes que me cuesta creer, no me creo que una bella mujer como Ingrid Bergman, encarnando a Anna, una famosa actriz, con mucho mundo a sus espaldas, quede prendada a primera vista cual colegiala de Philip (Cary Grant), su encoñamiento resulta empalagoso, como ella se le ofrece una y otra vez, me resulta inverosímil. Tampoco entiendo la fijación de ella con casarse, me resulta grimante, sobre todo cuando él se va a ir a Nueva York ella le pide casarse como medio para estar juntos, estridente, pues porque no se va allí y ya está, y por cierto, ella debe abandonar su trabajo en el teatro en Londres para acompañarle? Menuda lección de machismo rancio. Ah, y por qué Anna no le pregunta nunca el motivo de no poder divorciarse, simplemente él lo dice y ya está. Es Dogma? No, es ridículo; Y no me creo a Philip con su estratagema para no comprometerse propia de mujeriegos impenitentes, y eso no pega con su imagen de diplomático serio de edad media, es un giro su mentira que me resulta metido con calzador para dar algo más que un relato más plano que una mesa.

La puesta en escena resulta admirable en el boato gracias en parte al director artístico Donald M. Ashton (“El puente sobre el Rio Kwai”), que nos lleva por escenarios con salones impresionantes, decoraciones cargadísimas, y sobre todo por el lar principal que es el apartamento de Anna, recargado de mobiliario, de paredes pobladas de cuadros cual paspartús de colores diversos cual mosaico en las paredes. Esto potenciado por la fotografía de Freddie Young (“Lawrence de Arabia”), resaltando de modo fulgente todos los decorados, anulando cualquier viso de dramatismo en sus radiantes cromatismos.

Film tan ligero como una brisa pasajera que olvidas al momento, con tramos muy aburridos, con momentos pasados de rosca en su azúcar no apto para diabéticos. Me queda una película pasable, no mala, pero si olvidable, un pasatiempo trivial, donde sus escasos oasis no pueden tapar tanta nadería. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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