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Voto de TOM REGAN:
8
7,4
62.895
Drama. Bélico
Berlín, abril de 1945. La guerra está sentenciada, pero en las calles de la capital del Reich todavía se libra una encarnizada batalla. Adolf Hitler (Bruno Ganz) y sus fieles se han atrincherado en un búnker. Entre ellos se encuentra Traudl Junge (Alexandra Maria Lara), la secretaria personal del Führer. En el exterior, la situación se recrudece. A pesar de que Berlín ya no puede resistir más, Hitler se niega a abandonar la ciudad y, ... [+]
15 de mayo de 2015
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
83/04(09/05/15) Notable y valiente film del germano Oliver Hirschbiegel, narra con neutralidad desprovista de maniqueísmos la Caída del Régimen Nazi, cuenta con vigor los últimos días del tirano Hitler en su reclusión voluntaria del búnker, un retrato que lo enfoca de modo humano, algo criticado, por darle alma, lo que debe dar terror es que una persona común, fuera capaz de provocar tantas muertes, capaz de ser seguido ciegamente por gente de todo tipo. El audaz guión de Bernd Eichinger (también produce), se basa en varios libros, “Hasta la hora final” de Joachin Fest, el de las Memorias de Traudl Junge (secretaria personal de Hitler en sus últimos años), co-escrito con Melissa Müller, el de las Memorias de Albert Speer, “Dentro del Tercer Reich”, el de Gerhardt Boldt, “Los Últimos días de Hitler: Relato de un testigo”, el del doctor Ernst-Günther Schenck, “Das Notlazarett unter der Reichskanzlei: Ein Arzt erlebt Hitlers Ende en Berlín”, y el de Memorias “Siegfried Knappe, Soldat: Reflexiones de un soldado alemán, 1936-1949”, lienzo desolador de la decadencia humana, con personajes encerrados en el subsuelo, alejados de la realidad, con situaciones surrealistas, especie de purgatorio.
El inteligente guión trata el tema sin posicionarse, toma distancia con los personajes, no los hace empáticos, ni desagradables, desde la asepsia y el rigor, sin artificios sensibleros, con imparcialidad, sin sectarismos, con gran intensidad, con enorme naturalismo se nos exhiben los “monstruos” en su lado intimista, visión singular que turba, ejemplo es la presentación de Hitler, en el inicio, el primer encuentro con Traudl Junge, Hitler aparece condescendiente, amable, comprensivo, dicta con delicadeza una carta, y perdona con ternura errores en la transcripción mecanográfica, alejado de la proyección (justa) de su imagen del Gran Satán del SXX, nos descoloca hábilmente. El film nos habla de la deshumanización, de no saber aceptar el fracaso, de lealtades inquebrantables, de mantener el sentido común, de la delgada línea que separa el patriotismo del fanatismo, de lo confuso de la palabra honor, de lo complicado de mantener la nobleza y dignidad en ambientes opresores, del la xenofobia, de si es correcto desobedecer a tus superiores cuando crees que lo que te ordenan es injusto, y sobre todo nos habla de lo pernicioso de los liderazgos incontestables, del Adanismo.
Hirschbiegel dirige con ritmo pétreo, sólido, ágil, asfixiante, componiendo personajes muy bien delineados, ricos en matices, creando situaciones electrizantes por las emociones que desbordan, con diálogos y soliloquios fulgurantes, cuadro deprimente de la Naturaleza Humana, con gente que se cree que el mundo es solo una obra de teatro en la que ellos son los protagonistas, y los millones que mueren simples figurantes sin alma, somos testigos de la patética personalidad de los canallas que impulsaron la peor de la Guerras, el nazismo no lavó cerebros, los centrifugó. El búnker se convierte en una especie de corte en descomposición, Hitler en el ocaso físico y mental es un rey macilento, allí las intrigas palaciegas son continuas, traiciones, mentiras, ansias de suceder al “monarca” a su esperada muerte, asistimos a como un demente manejaba tropas sobre un mapa como el que juega al Risk, tropas imaginarias, ante la perplejidad de los mandos, que no se atreven a decir la verdad, ello punteado por secuencias bizarras, de borracheras, fiestas, bacanales, bailes, patéticas entregas de medallas a niños, ejecuciones sumarísimas, ahorcamientos, calles sembradas de cadáveres, cuerpos mutilados, acentuando el tono de Apocalipsis en que viven en el búnker, con el trasfondo del sonido estridente de continuos bombardeos, transmitiendo al espectador congoja y zozobra, lo hace sentir incómodo.
El director crea un mosaico más allá de la figura de Hitler, bajo su influjo hay varias subtramas, mirada poliédrica de los acontecimientos: La de la secretaria, ve los hechos con una miscelánea de embrujo inocente y melancolía; La de los Goebbels, reflejo del fanatismo dogmático más extremo hacia Hitler; El doctor militar Ernst-Günther Schenck, representa la sensatez y el humanitarismo en medio del horror; La del desencantado General Monke refleja el hastío del guerrero, pero obligado por el sentido del deber; La del niño Peter Kranz, empujado en su ingenuidad a combatir en las derruidas calles berlinesas, reflejo de la sin razón de una guerra que convoca a niños a coger las armas, esto mientras su padre Wilhelm, intenta que deje de “jugar” a la guerra, este refleja el cansancio vital de la población civil.
Hitler es protagonista absoluto, cuando el no aparece lo echamos en falta, baja la intensidad, su aura sobrevuela cada fotograma, se nos expone con tridimensionalidad, con aristas, con sutiles rasgos de humanidad, persona de carne y hueso, una bipolaridad que se manifiesta perturbadoramente durante todo el metraje, lo vemos dar de comer con cariño a su perro Blondi, dar las gracias por una buena comida al cocinero, mezclado con ataques de histeria, bajones de humor que los sumen en silencios, colérico, monólogos iracundos contra sus demonios personales, tipo inseguro, megalómano, acomplejado, trastornado, alejado de la realidad, paranoico asolado por la decrepitud física, de andares encorvado, con ataques continuos de párkinson que intenta esconder a sus espaldas, tipo temperamental y revanchista, capaz de ansiar la destrucción de su nación, repudiando con desprecio e indiferencia a la población, llegando a decir que no derramará lágrimas por ellos, proclamando en sus estertores su irracional odia a los judíos.
Bruno Ganz metamorfoseado en Hitler, no lo interpreta, lo clona, se expresa como él, se mueve como él, lo aleja de la fácil a caricatura histriónica, le aporta originalidad, patetismo, emite como su cuerpo sobrelleva el peso del fracaso, la decadencia física, su encorvamiento, su uniforme desgastado,... (continua en spoiler)
El inteligente guión trata el tema sin posicionarse, toma distancia con los personajes, no los hace empáticos, ni desagradables, desde la asepsia y el rigor, sin artificios sensibleros, con imparcialidad, sin sectarismos, con gran intensidad, con enorme naturalismo se nos exhiben los “monstruos” en su lado intimista, visión singular que turba, ejemplo es la presentación de Hitler, en el inicio, el primer encuentro con Traudl Junge, Hitler aparece condescendiente, amable, comprensivo, dicta con delicadeza una carta, y perdona con ternura errores en la transcripción mecanográfica, alejado de la proyección (justa) de su imagen del Gran Satán del SXX, nos descoloca hábilmente. El film nos habla de la deshumanización, de no saber aceptar el fracaso, de lealtades inquebrantables, de mantener el sentido común, de la delgada línea que separa el patriotismo del fanatismo, de lo confuso de la palabra honor, de lo complicado de mantener la nobleza y dignidad en ambientes opresores, del la xenofobia, de si es correcto desobedecer a tus superiores cuando crees que lo que te ordenan es injusto, y sobre todo nos habla de lo pernicioso de los liderazgos incontestables, del Adanismo.
Hirschbiegel dirige con ritmo pétreo, sólido, ágil, asfixiante, componiendo personajes muy bien delineados, ricos en matices, creando situaciones electrizantes por las emociones que desbordan, con diálogos y soliloquios fulgurantes, cuadro deprimente de la Naturaleza Humana, con gente que se cree que el mundo es solo una obra de teatro en la que ellos son los protagonistas, y los millones que mueren simples figurantes sin alma, somos testigos de la patética personalidad de los canallas que impulsaron la peor de la Guerras, el nazismo no lavó cerebros, los centrifugó. El búnker se convierte en una especie de corte en descomposición, Hitler en el ocaso físico y mental es un rey macilento, allí las intrigas palaciegas son continuas, traiciones, mentiras, ansias de suceder al “monarca” a su esperada muerte, asistimos a como un demente manejaba tropas sobre un mapa como el que juega al Risk, tropas imaginarias, ante la perplejidad de los mandos, que no se atreven a decir la verdad, ello punteado por secuencias bizarras, de borracheras, fiestas, bacanales, bailes, patéticas entregas de medallas a niños, ejecuciones sumarísimas, ahorcamientos, calles sembradas de cadáveres, cuerpos mutilados, acentuando el tono de Apocalipsis en que viven en el búnker, con el trasfondo del sonido estridente de continuos bombardeos, transmitiendo al espectador congoja y zozobra, lo hace sentir incómodo.
El director crea un mosaico más allá de la figura de Hitler, bajo su influjo hay varias subtramas, mirada poliédrica de los acontecimientos: La de la secretaria, ve los hechos con una miscelánea de embrujo inocente y melancolía; La de los Goebbels, reflejo del fanatismo dogmático más extremo hacia Hitler; El doctor militar Ernst-Günther Schenck, representa la sensatez y el humanitarismo en medio del horror; La del desencantado General Monke refleja el hastío del guerrero, pero obligado por el sentido del deber; La del niño Peter Kranz, empujado en su ingenuidad a combatir en las derruidas calles berlinesas, reflejo de la sin razón de una guerra que convoca a niños a coger las armas, esto mientras su padre Wilhelm, intenta que deje de “jugar” a la guerra, este refleja el cansancio vital de la población civil.
Hitler es protagonista absoluto, cuando el no aparece lo echamos en falta, baja la intensidad, su aura sobrevuela cada fotograma, se nos expone con tridimensionalidad, con aristas, con sutiles rasgos de humanidad, persona de carne y hueso, una bipolaridad que se manifiesta perturbadoramente durante todo el metraje, lo vemos dar de comer con cariño a su perro Blondi, dar las gracias por una buena comida al cocinero, mezclado con ataques de histeria, bajones de humor que los sumen en silencios, colérico, monólogos iracundos contra sus demonios personales, tipo inseguro, megalómano, acomplejado, trastornado, alejado de la realidad, paranoico asolado por la decrepitud física, de andares encorvado, con ataques continuos de párkinson que intenta esconder a sus espaldas, tipo temperamental y revanchista, capaz de ansiar la destrucción de su nación, repudiando con desprecio e indiferencia a la población, llegando a decir que no derramará lágrimas por ellos, proclamando en sus estertores su irracional odia a los judíos.
Bruno Ganz metamorfoseado en Hitler, no lo interpreta, lo clona, se expresa como él, se mueve como él, lo aleja de la fácil a caricatura histriónica, le aporta originalidad, patetismo, emite como su cuerpo sobrelleva el peso del fracaso, la decadencia física, su encorvamiento, su uniforme desgastado,... (continua en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... su mirada desorientada, tipo crepuscular que deja entrever el furioso carisma que atesoró y que embrujó a todo un país bajo su perverso influjo, ahora solo una sombra de lo que fue, ser que sueña en la penumbra mirando meditabundo el cuadro de Federico El Grande, evoluciona gradualmente de la fe ciega inicial capaz de henchir a sus militares, deriva por mor de adversos hechos, deslealtades, nihilismo, explota en coléricas diatribas inmisericordes, cayendo paulatinamente, se atisba frágil, derrotado, gris, Colosal.
El resto del elenco cumple con creces, pero opacados por la atronadora actuación de Bruno Ganz. Alexandra Maria Lara como la secretaria aporta dulzura, ingenuidad, y una belleza encantadora. Corinna Harfouch como Magda Goebbels tremenda en su devoción cuasi-religiosa por Hitler, llega a decir fanáticamente <No voy a dejar que los niños crezcan en un mundo donde no hay Socialismo Nacional>, tras esto protagoniza la escena más desgarradora del film, por falta de espacio no la comento.
Magnífica puesta en escena, gran diseño de producción de Bernd Lepel (“RAF”), rodando en realistas exteriores de San Petersburgo para recrear la derruida Berlín, construye un laberíntico y claustrofóbico búnker, Lepel dijo <No había margen para la fantasía, para la interpretación libre. Nuestra apuesta fue por la autenticidad y logramos el efecto deseado. El escenario se construyó de forma que la cámara no tenía por dónde moverse, siempre estaba en medio. Normalmente se llevaba en mano. Sólo empleábamos luz natural, ya que teníamos un techo fijo, sin grandes instalaciones eléctricas por arriba. Queríamos que el público percibiese la fétida claustrofobia del búnker>, y a fe que se consigue atosigar al espectador, lo asfixia, lo agobia, haciendo del lugar un personaje más con vida propia, sus paredes hormigonadas nos oprimen, sus alambicados pasillos, el tránsito estrecho de personas de un lado a otro, edifica una atmósfera enrarecida, haciendo del reducido espacio una alegoría de unos protagonistas encerrados en sí mismos, esto realzado por la notable fotografía de Rainer Klausmann (“La invasión”) aportando iluminación macilenta, tenue, dura, grisácea, como si estuviéramos en la antesala del infierno, de expresivos primeros planos, de ágiles movimientos cámara en mano, subjetivos sensibles, excelente para canalizar emociones, y todos estos recursos punteados por la melódica música de Stephan Zacharias, no intrusiva, resalta el tormentoso sonido de las bombas cayendo sobre la superficie y que producen inquietud en el espectador.
Se pueden achacar en su debe varios elementos al film: En el film el realizador demuestra gran coraje al no hacer juicios de valor, no intenta moralizar, esta grata impresión se socava por su prólogo y epílogo, Hirschbiegel con la inclusión del testimonio real de Traudl Junge parece disculparse por su asepsia, chirría, queda forzado; Queda extraño, disfuncional, en un film que vemos imágenes de muertes y sangre, el realizador haga un fuera de campo para el doble suicidio de Eva Braun y Hitler, es dar munición a quien critica el film, debería haberse mostrado su fallecimiento, queda sensación de mitificación al privarnos de su patética muerte; Otra tara es la estructura crisol de la trama, deberían haber suprimido los segmentos del exterior del búnker, esto rompe el ritmo, baja la intensidad, es interesante pero nos desvía de lo importante, lo que pasa bajo tierra, son historias trilladas que aportan poco y lastran el conjunto final de la intensidad, la cinta hubiera despuntado aún más si se hubiera atenido totalmente al búnker, los niveles de agonía y asfixia podría habernos dejado una marca indeleble, pero los saltos a la superficie le reducen potencial.
En conjunto queda un notable film, gran documento de historia, con un actor, Bruno Ganz apoteósico. Fuerza y honor!!!
Crítica sesgada por el límite de caracteres, ver íntegra en: http://tomregan.blogspot.com/2015/05/el-hundimiento.html
El resto del elenco cumple con creces, pero opacados por la atronadora actuación de Bruno Ganz. Alexandra Maria Lara como la secretaria aporta dulzura, ingenuidad, y una belleza encantadora. Corinna Harfouch como Magda Goebbels tremenda en su devoción cuasi-religiosa por Hitler, llega a decir fanáticamente <No voy a dejar que los niños crezcan en un mundo donde no hay Socialismo Nacional>, tras esto protagoniza la escena más desgarradora del film, por falta de espacio no la comento.
Magnífica puesta en escena, gran diseño de producción de Bernd Lepel (“RAF”), rodando en realistas exteriores de San Petersburgo para recrear la derruida Berlín, construye un laberíntico y claustrofóbico búnker, Lepel dijo <No había margen para la fantasía, para la interpretación libre. Nuestra apuesta fue por la autenticidad y logramos el efecto deseado. El escenario se construyó de forma que la cámara no tenía por dónde moverse, siempre estaba en medio. Normalmente se llevaba en mano. Sólo empleábamos luz natural, ya que teníamos un techo fijo, sin grandes instalaciones eléctricas por arriba. Queríamos que el público percibiese la fétida claustrofobia del búnker>, y a fe que se consigue atosigar al espectador, lo asfixia, lo agobia, haciendo del lugar un personaje más con vida propia, sus paredes hormigonadas nos oprimen, sus alambicados pasillos, el tránsito estrecho de personas de un lado a otro, edifica una atmósfera enrarecida, haciendo del reducido espacio una alegoría de unos protagonistas encerrados en sí mismos, esto realzado por la notable fotografía de Rainer Klausmann (“La invasión”) aportando iluminación macilenta, tenue, dura, grisácea, como si estuviéramos en la antesala del infierno, de expresivos primeros planos, de ágiles movimientos cámara en mano, subjetivos sensibles, excelente para canalizar emociones, y todos estos recursos punteados por la melódica música de Stephan Zacharias, no intrusiva, resalta el tormentoso sonido de las bombas cayendo sobre la superficie y que producen inquietud en el espectador.
Se pueden achacar en su debe varios elementos al film: En el film el realizador demuestra gran coraje al no hacer juicios de valor, no intenta moralizar, esta grata impresión se socava por su prólogo y epílogo, Hirschbiegel con la inclusión del testimonio real de Traudl Junge parece disculparse por su asepsia, chirría, queda forzado; Queda extraño, disfuncional, en un film que vemos imágenes de muertes y sangre, el realizador haga un fuera de campo para el doble suicidio de Eva Braun y Hitler, es dar munición a quien critica el film, debería haberse mostrado su fallecimiento, queda sensación de mitificación al privarnos de su patética muerte; Otra tara es la estructura crisol de la trama, deberían haber suprimido los segmentos del exterior del búnker, esto rompe el ritmo, baja la intensidad, es interesante pero nos desvía de lo importante, lo que pasa bajo tierra, son historias trilladas que aportan poco y lastran el conjunto final de la intensidad, la cinta hubiera despuntado aún más si se hubiera atenido totalmente al búnker, los niveles de agonía y asfixia podría habernos dejado una marca indeleble, pero los saltos a la superficie le reducen potencial.
En conjunto queda un notable film, gran documento de historia, con un actor, Bruno Ganz apoteósico. Fuerza y honor!!!
Crítica sesgada por el límite de caracteres, ver íntegra en: http://tomregan.blogspot.com/2015/05/el-hundimiento.html