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Voto de TOM REGAN:
8
7,4
1.891
Drama
Narra la tragedia humana provocada por el gran terremoto que asoló Irán en 1990. Un director de cine y su hijo deciden, tras el terremoto, visitar el pueblo donde habían rodado la película "¿Donde está la casa de mi amigo?", para saber cómo están los niños actores que participaron en ella. Años después Kiarostami hará otra película ("A través de los olivos") sobre el rodaje de ésta, incorporando una historia de amor. (FILMAFFINITY)
20 de agosto de 2019
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129/06(11/08/19) Delicioso film humanista iraní realizado de modo frugal por Abbas Kiarostami, un ejercicio de estilo hecho cuasi-improvisado, con actores no profesionales, en el que hace un retrato humano de una tragedia con su sentido optimista maravilloso. Es la segunda parte de la denominada trilogía de Koker o trilogía del terremoto, la primera parte es “Dónde está la casa de mi amigo?” (1987) y la última “A través de los olivos” (1994), que se surte de un episodio de esta (Y la vida continua) para su argumento. El 21 de Junio de 1990, un terremoto de 7,5 grados en escala Richter, devastó el norte de Irán, mató entre 30,000 y 50,000 personas, un cineasta acompañado por su hijo, regresa a los lugares de los que estuvo en su última película. En este caso, es la transposición de la verdadera historia del cineasta Abbas Kiarostami, en los lugares donde rodó la película “Donde está la casa de mi amigo?”, donde tuvo lugar el terremoto. Allí encontró ruinas, luto, desolación, pero también un sentido indomable de mirar hacia adelante. Esta película es una obra de ficción basada en estos eventos reales, filmada en un estilo documental. Muestra a un director (interpretado por Farhad Kheradmand alter ego de Kiarostami, pero que en la película no es nombrado) en este viaje a través del país después del terremoto, situación que juega ya desde el inicio con la frágil frontera entre ficción y realidad, viaja en compañía de su hijo, Puya (Buba Bayour), a la región devastada por el terremoto para conocer la suerte del joven protagonista de su anterior película.
Kiarostami, pasó una mañana y una tarde con su hijo tres días después del terremoto condujo a aldeas afectadas, luego regresó cinco meses después para recrear esta experiencia con participantes de la vida real y dos actores para interpretar a él y a su hijo, pero estableció acción cinco días después del terremoto, según Kiarostami, por razones económicas usó su propio automóvil en la película. Kiarostami imagina su propio viaje como un drama ficticio frente al legado de la vida real del desastre, la cámara simplemente mirando por la ventana del automóvil durante gran parte de la película, observa el paisaje cambiante, ruinas de edificios de barro y casas pequeñas, el flujos de personas sin hogar que transportan alimentos y equipos a refugios improvisados. El McGuffin es la búsqueda de los dos niños que protagonizaron la película anterior, pero en realidad es un lienzo de un tiempo y lugar, de cómo la tragedia no para (ni debe) parar el mundo, la vida sigue (como indica su título), convirtiéndose el metraje en un oda al espíritu de supervivencia del ser humano, ello sin más argumento que las microhistorias de la gente con la que se cruza el conductor, un conglomerado de anécdotas y reflexiones en medio del dolor que manan optimismo en el mañana, la muerte y la malaventura forman parte del ciclo de la vida. Kiorastami plantea la cinta de un modo cariñoso a su pueblo, entendiendo que la gente debe seguir casándose, debe seguir haciendo la comida, bebiendo coca cola, moviendo muebles, o disfrutando del Mundial de Futbol. Cada una de las películas de la trilogía de Koker parece saltar a una realidad superior donde su predecesora es vista como ficción, debido a esto, el propio cineasta (Kiarostami) es ficticio en la segunda y tercera película (dos veces en la última).
La cinta arranca in media res, no hay información previa sobre lo que vamos a ver, el espectador debe llegar al film enterado, sin introducción alguna nos vemos ante una cabina de peaje, escuchamos por radio que una tragedia ha sucedido y que la Media Luna Roja está desbordada, varios autos pasan preguntando como está la carretera, hasta que aparece el protagonista en el coche con su hijo pequeño, nos “subimos” en su auto para adentrarnos tras pasar primero por un túnel (clara alegoría) durante los créditos iniciales, tras acabar estos se hace la luz y ante nosotros la devastación del terremoto, soldados excavando, coches aplastados por las rocas, casi permanentemente nuestra visión es de voyeur desde la ventanilla del vehículo, mucho plano subjetivo, ante nuestro ojos pasa un paisaje Avernal, con pueblos derruidos, gente intentando desescombrar, con bomberos, policía, ambulancias, pasamos por un puesto de refrescos donde el niño recoge un refresco y deja el dinero, lo comienza a tirar por la ventanilla por estar caliente, pero una mujer se lo pide para dárselo a su niño, ejemplo de la necesidad imperante, el caos reina ante nuestros ojos, el conductor pregunta varias veces (a uno ni le vemos el rostro, solo el brazo escayolado) como se puede llegar Koker, pero la vía principal está destrozada y debe seguir un laberíntico camino para intentar llegar, un panorama en ruinas, donde la muerte ha campado a sus anchas.
El metraje discurre en medio de charlas informales con la gente que se cruza el auto, algunos a los que recogen les dan su punto de vista sobre lo sucedido, ello desde una llaneza fresca, aquí no hay desarrollo, solo un avance sin fin, mientras en medio de diálogos que transpiran calidez, dolor, resignación y a la vez ímpetu por levantarse cuanto antes, no se ahonda en ningún personaje, pero todos dejan su huella en su humanidad, quedando un entusiasta collage de como el ser humano se levanta y una y otra vez para seguir andando, nadie nos puede parar. Todo se centra en lo micro, en pequeñas historias, como la del joven que se casó tras el terremoto, pues ya lo tenía preparado, y aunque murieron muchos de sus familiares “La vida continua”, siendo esta historia la que inspiró a Kiarostami “A través de los olivos”… (sigue en spoiler)
Kiarostami, pasó una mañana y una tarde con su hijo tres días después del terremoto condujo a aldeas afectadas, luego regresó cinco meses después para recrear esta experiencia con participantes de la vida real y dos actores para interpretar a él y a su hijo, pero estableció acción cinco días después del terremoto, según Kiarostami, por razones económicas usó su propio automóvil en la película. Kiarostami imagina su propio viaje como un drama ficticio frente al legado de la vida real del desastre, la cámara simplemente mirando por la ventana del automóvil durante gran parte de la película, observa el paisaje cambiante, ruinas de edificios de barro y casas pequeñas, el flujos de personas sin hogar que transportan alimentos y equipos a refugios improvisados. El McGuffin es la búsqueda de los dos niños que protagonizaron la película anterior, pero en realidad es un lienzo de un tiempo y lugar, de cómo la tragedia no para (ni debe) parar el mundo, la vida sigue (como indica su título), convirtiéndose el metraje en un oda al espíritu de supervivencia del ser humano, ello sin más argumento que las microhistorias de la gente con la que se cruza el conductor, un conglomerado de anécdotas y reflexiones en medio del dolor que manan optimismo en el mañana, la muerte y la malaventura forman parte del ciclo de la vida. Kiorastami plantea la cinta de un modo cariñoso a su pueblo, entendiendo que la gente debe seguir casándose, debe seguir haciendo la comida, bebiendo coca cola, moviendo muebles, o disfrutando del Mundial de Futbol. Cada una de las películas de la trilogía de Koker parece saltar a una realidad superior donde su predecesora es vista como ficción, debido a esto, el propio cineasta (Kiarostami) es ficticio en la segunda y tercera película (dos veces en la última).
La cinta arranca in media res, no hay información previa sobre lo que vamos a ver, el espectador debe llegar al film enterado, sin introducción alguna nos vemos ante una cabina de peaje, escuchamos por radio que una tragedia ha sucedido y que la Media Luna Roja está desbordada, varios autos pasan preguntando como está la carretera, hasta que aparece el protagonista en el coche con su hijo pequeño, nos “subimos” en su auto para adentrarnos tras pasar primero por un túnel (clara alegoría) durante los créditos iniciales, tras acabar estos se hace la luz y ante nosotros la devastación del terremoto, soldados excavando, coches aplastados por las rocas, casi permanentemente nuestra visión es de voyeur desde la ventanilla del vehículo, mucho plano subjetivo, ante nuestro ojos pasa un paisaje Avernal, con pueblos derruidos, gente intentando desescombrar, con bomberos, policía, ambulancias, pasamos por un puesto de refrescos donde el niño recoge un refresco y deja el dinero, lo comienza a tirar por la ventanilla por estar caliente, pero una mujer se lo pide para dárselo a su niño, ejemplo de la necesidad imperante, el caos reina ante nuestros ojos, el conductor pregunta varias veces (a uno ni le vemos el rostro, solo el brazo escayolado) como se puede llegar Koker, pero la vía principal está destrozada y debe seguir un laberíntico camino para intentar llegar, un panorama en ruinas, donde la muerte ha campado a sus anchas.
El metraje discurre en medio de charlas informales con la gente que se cruza el auto, algunos a los que recogen les dan su punto de vista sobre lo sucedido, ello desde una llaneza fresca, aquí no hay desarrollo, solo un avance sin fin, mientras en medio de diálogos que transpiran calidez, dolor, resignación y a la vez ímpetu por levantarse cuanto antes, no se ahonda en ningún personaje, pero todos dejan su huella en su humanidad, quedando un entusiasta collage de como el ser humano se levanta y una y otra vez para seguir andando, nadie nos puede parar. Todo se centra en lo micro, en pequeñas historias, como la del joven que se casó tras el terremoto, pues ya lo tenía preparado, y aunque murieron muchos de sus familiares “La vida continua”, siendo esta historia la que inspiró a Kiarostami “A través de los olivos”… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... Hay diserciones existenciales sobre si es Dios es el que les ha enviado el terremoto como castigo, hay discusiones banales sobre qué partido había en el momento de que la tierra tembló, una mujer se compara al arremeter contra su díscolo hijo con el poder y la furia del terremoto; y es que el humor es primordial para afrontar las adversidades, y ese está presente de modo sutil en la cinta, como ese joven que coloca una antena en una loma para ver el Mundial de Futbol, el director se para a charlar con él, el chico le dice que gran parte de su familia ha muerto en el terremoto, y justifica sus ganas de futbol con un “Qué le vamos a hacer, el mundial es cada 4 años y el terremoto cada 40. Es un canto conmovedor a como da igual lo fuerte que nos den, debemos volver a levantarnos, un relato despojado de artificio, sin nada de sensiblería ñoña, no se regodea en el dolor, todo lo contrario, aquí no hay amargura, hay asunción de una tragedia y con ello vuelta a seguir con otro día, lavan ropa, regañan a sus hijos, hacen de comer, pone el foco en como el ser humano es inquebrantable en su naturaleza. Todo esto reflejado en estos rostros que destilan veracidad.
El conductor protagonista recoge a un caminante con portando en sus hombros un fregadero, una vez en interior del vehículo es reconocido como participante en la película “Dónde está la casa de amigo?”, el tipo habla de las consecuencias sufridas por el terremoto, “Nos hemos quedado sin nada. Lo hemos perdido todo, pero no ha muerto nadie de la familia”, dejando ese halo de alegría por la familia, pero el joven hijo del conductor, Puya, está más inquieto por otra cuestión, le pregunta a su padre por qué en la película el hombre tenía aspecto más viejo, el pasajero responde, “Me hicieron parecer más viejo, pero no me gustó. No sé qué clase de arte es hacer que la gente parezca más vieja. Arte son las cosas bellas y alegres que te emocionan... Bueno, y seguir vivo también es un arte. Supongo que el arte más sublime de todos”, AMEN. Sabias palabras que dan lustre al film.
El juego entre la ficción y realidad es retorcido de modo turbador por Kiarostami en una escena, y es que el pqasejero del fregadero es llevado a su casa, este no es capaz de encontrar un cazo para dar agua al niño del conductor, pero al no encontrarla se dirige a cámara y pregunta al director si sabe dónde han puesto el cuento (¿?), entonces Kiarostami(¿?) indica a una asistenta que le lleve el cazo, esta aparece con una libreta en sus manos, se lo da y vuelve a desaparecer, genial.
La puesta en escena, para el que conozca la filmografía de Kiarostami resulta con muchas de sus señas, con hermosos planos generales con el auto protagonista a lo lejos (muchas veces con el sonido en primer plano), mostrando la pequeñez frente a la vasta naturaleza, el frágil coche moviéndose por terreno peligroso en busca de su objetivo esquivo, mucho plano-secuencia, muchas tomas subjetivas, mucho primer plano fijo asfixiante mientras personajes hablan y donde no vemos al interlocutor, con una cámara montada en el parabrisas, nos sentimos dentro del vehículo: Como bueno es el uso del sonido para meternos más en situación las bocinas, sirenas, ruidos, jaleo, autos, haciendo que el espectador componga el fotograma oculto con este sonido exterior; Resulta extraño el sonido de la música que pone el conductor en el auto, la de Vivaldi, componiendo momentos turbadores con lo que vemos.
Spoiler:
El final resulta brillante, el conductor va ahora en solitario a intentar llegar a Koker, todo un canto a la solidaridad esta conclusión, con una cuesta muy pronunciada como telón de fondo.
Me queda una muestra de pureza de como el cine puede hacer con las mayores de las sencillez es un canto a la Condición Humana. Fuerza y honor!!!
PD. Por cierto, al conductor nunca lo vemos llegar a Koker.
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2019/08/y-la-vidacontinua.html
El conductor protagonista recoge a un caminante con portando en sus hombros un fregadero, una vez en interior del vehículo es reconocido como participante en la película “Dónde está la casa de amigo?”, el tipo habla de las consecuencias sufridas por el terremoto, “Nos hemos quedado sin nada. Lo hemos perdido todo, pero no ha muerto nadie de la familia”, dejando ese halo de alegría por la familia, pero el joven hijo del conductor, Puya, está más inquieto por otra cuestión, le pregunta a su padre por qué en la película el hombre tenía aspecto más viejo, el pasajero responde, “Me hicieron parecer más viejo, pero no me gustó. No sé qué clase de arte es hacer que la gente parezca más vieja. Arte son las cosas bellas y alegres que te emocionan... Bueno, y seguir vivo también es un arte. Supongo que el arte más sublime de todos”, AMEN. Sabias palabras que dan lustre al film.
El juego entre la ficción y realidad es retorcido de modo turbador por Kiarostami en una escena, y es que el pqasejero del fregadero es llevado a su casa, este no es capaz de encontrar un cazo para dar agua al niño del conductor, pero al no encontrarla se dirige a cámara y pregunta al director si sabe dónde han puesto el cuento (¿?), entonces Kiarostami(¿?) indica a una asistenta que le lleve el cazo, esta aparece con una libreta en sus manos, se lo da y vuelve a desaparecer, genial.
La puesta en escena, para el que conozca la filmografía de Kiarostami resulta con muchas de sus señas, con hermosos planos generales con el auto protagonista a lo lejos (muchas veces con el sonido en primer plano), mostrando la pequeñez frente a la vasta naturaleza, el frágil coche moviéndose por terreno peligroso en busca de su objetivo esquivo, mucho plano-secuencia, muchas tomas subjetivas, mucho primer plano fijo asfixiante mientras personajes hablan y donde no vemos al interlocutor, con una cámara montada en el parabrisas, nos sentimos dentro del vehículo: Como bueno es el uso del sonido para meternos más en situación las bocinas, sirenas, ruidos, jaleo, autos, haciendo que el espectador componga el fotograma oculto con este sonido exterior; Resulta extraño el sonido de la música que pone el conductor en el auto, la de Vivaldi, componiendo momentos turbadores con lo que vemos.
Spoiler:
El final resulta brillante, el conductor va ahora en solitario a intentar llegar a Koker, todo un canto a la solidaridad esta conclusión, con una cuesta muy pronunciada como telón de fondo.
Me queda una muestra de pureza de como el cine puede hacer con las mayores de las sencillez es un canto a la Condición Humana. Fuerza y honor!!!
PD. Por cierto, al conductor nunca lo vemos llegar a Koker.
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2019/08/y-la-vidacontinua.html