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España España · Barcelona
Voto de Ed Lauter:
1
Intriga. Thriller Simón, un joven aspirante a escritor, se gana la vida diseñando crucigramas para un periódico sevillano, mientras que Sapo, su compañero de piso, sobrevive como profesor particular de inglés. Un día Simón recibe en el contestador un amenazador mensaje que lo conmina a incluir la palabra "adversario" en su próximo crucigrama, el del Domingo de Ramos. Todo parece una broma de pésimo gusto, pero Simón cede ante la amenaza sin saber muy ... [+]
20 de febrero de 2017
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tesis" arrasó en los Premios Goya de 1997, llevándose siete cabezones, y abrió al gran público español el thriller mezclado con slasher de aroma americano. Aunque el cine de terror patrio contaba con una filmografía vastísima, siempre había sido un género menor en España, o más bien un género para frikis y gente rara. El debut de Amenábar no dejaba de ser una película interesante y entretenida pero justita, propia de un realizador novel al que se le intuía potencial, pero con un guión y dirección muy mejorables. Aún así la Academia decidió premiarla generosamente, posiblemente por ser una refrescante rara avis en aquella edición de los Goya, donde el catálogo de films participantes no se salía del standard: adaptaciones de clásicos como "La Celestina" o "El perro del hortelano", la omnipresente crítica social con moralina de "Bwana", la ineludible cinta ambientada en la Guerra Civil con "Libertarias" o el cine de autor poco accesible a las masas y peligrosamente cercano a la paja mental de "Tierra" de Julio Medem.

El éxito de "Tesis" abrió la caja de los truenos. Literalmente. Porque la cantidad de petardazos que generó aún duele a los sentidos. A "Tesis" le siguió apenas dos años después la exitosa "Abre los ojos" del mismo Amenábar, firmando de nuevo el guión al alimón con Mateo Gil. Y el propio Gil aprovecharía el viento a favor que generaban los taquillazos del bautizado como el Hitchcock Español para dirigir en solitario esta "Nadie conoce a nadie", cuya fórmula argumental no se alejaba lo más mínimo de esas dos primeras cintas, aunque su resultado fue bastante inferior.

"Nadie conoce a nadie" parte de un planteamiento inverosímil y algo ridículo para crear un estado de tensión y misterio que funciona medianamente bien durante los primeros minutos, lógicamente por la incertidumbre de la situación. Pero con el avance de la historia esa tensión se convierte en vergüenza ajena ante la colección de topicazos del cine de terror/suspense más cutre a los que recurre Mateo Gil, llegando al clímax en un final caricaturesco y escasamente trabajado, marca de la casa de tantos y tantos thrillers nacionales.

Con todo, estas películas son como nicotina para mí: te matan lentamente... pero no puedo dejar de consumirlas, y me empujan a verlas del tirón. Siempre hay alguna escena surrealista que me atrapa en el sofá, anonadado, incapaz de reaccionar ante lo que estoy viendo. En "Nadie conoce a nadie" la escena ya comentada por otros usarios de la persecución entre Eduardo Noriega y los nazarenos forma parte de la historia del cine español más mongoloide. Hay que verla para no creerla. Pero fue la que me hizo aguantar hasta el final anhelando ver otra secuencia de ese calibre, algo realmente muy difícil de lograr.

Al pueril argumento se le añaden unos actores principales que aún estaban dando sus primeros pasos en la profesión. Paz Vega cuenta con un papel minúsculo y sin chicha. Un intento de mamada al personaje de Noriega le da sus únicos segundos de protagonismo en la cinta. La otra actriz-florero es la debutante Natalia Verbeke. Tan guapa como pésima actriz, además de hablar entre dientes, como mandan los cánones del cine patrio, es la encargada de salir en pelotas en un polvo totalmente gratuito, cumpliendo la cuota del cine español. Hay cosas que no cambiarán jamás.

En cambio los dos protagonistas masculinos cargan con el peso de la historia. Mientras que Jordi Moyà, posiblemente lo más rescatable de este engendro-película, hace lo que puede, que es mucho, con un papel delirante que además le obliga a forzar un acento sevillano-cubano de lo más bizarro, Eduardo Noriega nos deleita una vez más con su único registro actoral, el de guaperas superado por la situación y abrumado por las mujeres que le rodean y le desean. Su hablar entre dientes, como el de Verbeke, era ya marca de la casa. La abismal diferencia de talento entre Moyà y Noriega es latente incluso en una película tan mala como ésta.

Así pues, huir como de la peste del debut de un Mateo Gil del que me han quedado pocas ganas de seguir descubriendo su filmografía.
Ed Lauter
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