El arranque es sin duda espectacular, después sigue una hora larga en la que no hay tregua, el protagonista ya deja sentados al comienzo sus principios, aunque también una ambición y unas ansias de poder notorias. Parece un personaje un tanto ambiguo que navega entre el bien y el mal con excesiva soltura. Kurosawa nos plantea con maestría un dilema moral.
¿Cuánto vale una vida?
¿Tienen el mismo valor todas las vidas?
¿Vale lo mismo la de un poderoso que la de alguien del montón, de la masa?
No creo que la película nos de las respuestas ya que tal vez estas, si las hay, estén dentro de cada uno de nosotros, pero si nos manifiesta con claridad como un hecho puntual, en este caso desgraciado, puede cambiar nuestra vida y hacer que nos replanteemos cuales son nuestras prioridades.
La segunda parte, probablemente algo más engorrosa pero casi tan potente, disecciona con indudable acierto lo que es una investigación minuciosa, dando al espectador toda la información sin que por ello merme el interés. Emerge aquí la figura del detective que la dirige, un magnifico Tatsuya Nakadai, casi por encima del extraordinario Toshiro Mifune, es un deleite verlos y recrearnos con sus interpretaciones.
De remate nos brida un interesantísimo paseo por los bajos fondos, mostrándonos una sociedad ya contaminada por los males del capitalismo instalado en la comunidad japonesa, importados de occidente, un país tan tradicional donde los niños ya juegan a vaqueros, el despegue económico de Japón parecía ya evidente, pero ello lleva aparejadas otras cuestiones no tan fructíferas.
Concluyo comentando que una vez más el titulo original, algo así como “cielo e infierno” se me antoja infinitamente más ilustrativo que el de su comercialización en España.