Con las películas, los libros, los lugares que visitas e imagino que con más cosas en la vida, sucede a menudo, al menos a mi, si entras en ellos más de una vez no te parecen igual siempre, sino que los ves diferentes, aún con los lugares parece lógico, ya que aunque sea poco siempre van cambiando, pero las películas, el mismo video o DVD, o los libros, las mismas paginas y que te parezcan diferentes, que te provoquen sensaciones o emociones distintas.
La única explicación a ello que encuentro es el estado de ánimo del interesado en cada momento, que sin duda se revela como algo fundamental en la apreciación que vamos adquiriendo de las cosas que nos van sucediendo. Mi estado de ánimo el día que decidí ver Reservoir Dogs debía de ser lamentable, ciertamente uno de esos días negros de verdad, no conseguí ver arte por ningún lado, el talento no lo aprecie en ningún momento, la emoción no la sentí ni un instante y el entretenimiento brillo por su ausencia.
Si vi sangre y violencia en grandes dosis, palabras malsonantes a cada frase, repulsa ante algunas escenas y tedio en diálogos interminables sin interés. No resiste la más mínima comparación con cualquier cinta de cine negro clásica o incluso moderna, si eso es el arte sin duda tendré que revisar urgentemente mis parámetros en ese sentido.
Espero que la próxima vez que la vea (dudo que lo haga) mi estado sea mucho mas vital y positivo, confío en estar más clarividente y poder captar mejor el talento, es por ello, por la banda sonora, por la puesta en escena y por Harvey Keitel que mi nota es aún muy generosa.