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Voto de José Ido:
9
7,4
55.648
Intriga. Cine negro. Drama
Una mañana, Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan), después de visitar a su padre en el hospital, encuentra entre unos arbustos una oreja humana. La guarda en una bolsa de papel y la lleva a la comisaría de policía, donde le atiende el detective Williams (George Dickerson), que es vecino suyo. Comienza así una misteriosa intriga que desvelará extraños sucesos acontecidos en una pequeña localidad de Carolina del Norte. (FILMAFFINITY)
29 de noviembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En verdad que resulta extraño y complicado el mundo en que vivimos. Porque coexisten en él submundos y realidades en extremo dispares. Este es el trasfondo de la reflexión que nos propone David Lynch en su "Terciopelo azul". Junto al mundo del amor y los buenos sentimientos, lleno de vida, luz y color, simbolizado en la película por las flores y el canto de los pájaros, habitado por seres encantadores y llenos de buena voluntad, existe otro mundo subyacente, no menos real, sórdido e intrínsecamente malo, donde anidan el odio, la violencia y los más bajos instintos.
Y luego está la prudencia, que nos señala límites que no debemos rebasar, umbrales que de ningún modo hay que atravesar, porque corremos el riesgo de abrir, inadvertidamente, la caja de Pandora. Aunque en ocasiones lo hagamos, como le ocurre al joven Jeffrey, quien mal aconsejado por su imprudencia, y llevado de una curiosidad impertinente y morbosa, se asoma al precipicio de ese mundo oscuro y ruin, que le arrastra y le compromete con fuerza irresistible, cien veces superior a la suya.
Una película de autor con un fondo denso y provocador, que mantiene el suspense propio del mejor cine negro, y repleta de detalles de valor simbólico. Además, hay que agradecer al director-guionista que en esta ocasión refrene su inclinación al surrealismo y modere su afición a las referencias oníricas.
En la fotografía, D. Lynch utiliza un colorido intenso, que roza en ocasiones lo chabacano, tal vez con el propósito de llevar la sensación de contraste hasta sus últimas consecuencias, también en el campo visual. En todo caso, una tendencia plástica que también podemos observar en directores más jóvenes como Tarantino o Almodóvar. Parece que Lynch ha hecho escuela en este sentido.
Las piezas musicales de la banda sonora, compuestas y seleccionadas con muy buen gusto, quedan perfectamente interpoladas en la acción. Los fragmentos corales, así como las canciones “In dreams” de Roy Orbison y “Blue velvet” de Bobby Vinton, son todos ellos de una calidad melódica incuestionable
Y luego está la prudencia, que nos señala límites que no debemos rebasar, umbrales que de ningún modo hay que atravesar, porque corremos el riesgo de abrir, inadvertidamente, la caja de Pandora. Aunque en ocasiones lo hagamos, como le ocurre al joven Jeffrey, quien mal aconsejado por su imprudencia, y llevado de una curiosidad impertinente y morbosa, se asoma al precipicio de ese mundo oscuro y ruin, que le arrastra y le compromete con fuerza irresistible, cien veces superior a la suya.
Una película de autor con un fondo denso y provocador, que mantiene el suspense propio del mejor cine negro, y repleta de detalles de valor simbólico. Además, hay que agradecer al director-guionista que en esta ocasión refrene su inclinación al surrealismo y modere su afición a las referencias oníricas.
En la fotografía, D. Lynch utiliza un colorido intenso, que roza en ocasiones lo chabacano, tal vez con el propósito de llevar la sensación de contraste hasta sus últimas consecuencias, también en el campo visual. En todo caso, una tendencia plástica que también podemos observar en directores más jóvenes como Tarantino o Almodóvar. Parece que Lynch ha hecho escuela en este sentido.
Las piezas musicales de la banda sonora, compuestas y seleccionadas con muy buen gusto, quedan perfectamente interpoladas en la acción. Los fragmentos corales, así como las canciones “In dreams” de Roy Orbison y “Blue velvet” de Bobby Vinton, son todos ellos de una calidad melódica incuestionable
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Las interpretaciones las encuentro magníficas, en particular la de Dennis Hopper como Frank Booth. Este hombre tiene una capacidad innata para hacer de malo por antonomasia, faceta que ha desarrollado ampliamente a lo largo de su carrera de secundario de lujo. Enfrentado a un papel ciertamente difícil, Hopper tiene que extremar aquí todas sus habilidades para salir airoso del trance, al representar y dar vida a un personaje siniestro, psicópata despiadado, un verdadero loco de la peor especie, casi demoníaco, como decían los antiguos griegos. Parece mentira que un ser tan vil puede llegar a estremecerse mientras escucha una melodía romántica. Jamás estuvieron tan separados los sentidos de la ética y la estética. Un enfermo total.
Las dos féminas también logran transmitir la esencia de sus papeles. La mujer fatal y al mismo tiempo víctima (Isabella Rossellini), y la buena chica (Laura Dern) encarnan, respectivamente, la atracción del vicio sadomasoquista y de la virtud, la fuerza del deseo carnal y del amor genuino, no necesariamente excluyentes estos últimos, por cierto.
Y Kyle MacLachlan, en su papel de Jeffrey Beaumont, nuestro curioso impertinente, se muestra sobrio y ponderado, logrando cuajar una buena interpretación de ese muchacho atónito, perplejo ante la contemplación en primerísima línea del lado más sombrío de la naturaleza humana.
Las dos féminas también logran transmitir la esencia de sus papeles. La mujer fatal y al mismo tiempo víctima (Isabella Rossellini), y la buena chica (Laura Dern) encarnan, respectivamente, la atracción del vicio sadomasoquista y de la virtud, la fuerza del deseo carnal y del amor genuino, no necesariamente excluyentes estos últimos, por cierto.
Y Kyle MacLachlan, en su papel de Jeffrey Beaumont, nuestro curioso impertinente, se muestra sobrio y ponderado, logrando cuajar una buena interpretación de ese muchacho atónito, perplejo ante la contemplación en primerísima línea del lado más sombrío de la naturaleza humana.