Ben está en la inopia y además es un capullo

Vamos a ponérselo fácil a Chantry. Chantry lleva cinco años con su novio Ben, pero de repente la confianza es inexistente y las circunstancias hacen que la relación se venga abajo: él antepone el trabajo a ella, él prefiere la distancia a vivir con ella, él se va de copas con otra tía. Chantry puede emborracharse con Wallace y acurrucarse en el sofá con Wallace y estar a punto de besar a Wallace y mirar la picha de Wallace con la boca abierta. Pero Chantry es una chica, y tiene todo el derecho a poner cara de cachorro abandonado cuando ve a su novio con otra. Chantry tiene un sentido de la justicia un poco extraño, y actúa siempre en nombre de la amistad. El caso es que Wallace está ahí, esperando que caiga la breva y Ben ya tiene la breva. Y a Chantry le gusta que se ganen su breva.
Está claro que el perdedor es Ben, al que quieren que veamos como un capullo. Quien tenga dos dedos de frente sabe que no lo es (siempre confía en su novia y jamás le pregunta qué coño hace tanto tiempo con Wallace), simplemente es la víctima de un guión que no quiere perderse en relaciones complicadas.

¿Amigos de más o bodas de más?

Creo que ahora entiendo por qué esto me recuerda al título de una película española. ¿Qué pasa con la juventud? No sé si estoy preparada para ver bodas de actores que no sobrepasan la treintena. Los amigos de Chantry y Wallace (Dalia y Allan) se casan así, espontáneamente, y tienen una hija porque pasan de la sociedad y los preservativos y están tan alegres y empiezo a creer que esa secuencia está patrocinada por el programa de la MTV “Embarazada a los 16”. Pero no es bastante el horror, porque Wallace y Chantry acaban casándose y siendo tan empalagosos como una tarta de 12 pisos. En definitiva, la historia de Chantry y Wallace podría resumirse con la frase del cantautor Carlos Chaouen: “El amor son tres flores que se riegan a diario” y si no lo haces tú, cuidado con el jardinero.