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Voto de Rick el acomodador:
3
Drama. Thriller. Cine negro Urbano, que acaba de salir de la cárcel, recoge en su taxi a unas prostitutas con destino a un club al otro lado de la frontera. En el taxi va también una chica. En la misma dirección viaja Blanca Madison, cantante de boleros. Blanca regresa a la ciudad en la que siendo niña sufrió vejaciones a manos del propietario de un club nocturno, llamado Xesús Bocanegra. Entre actuación y actuación organiza, con desesperada frialdad matemática, ... [+]
21 de mayo de 2011
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Floja, deslavazada, fría crónica de una venganza sin pulso, sin tono y sin fuerza. Amil no atina a ennegrecer si lo que quería era una historia negra, no atina a dramatizar si quería un drama, y no atina a mostrar que quería demostrar con esa incansable banda sonora, el patético perrito de peluche y su sirenita.

Javier Albalá bien, la hermana de Amil también, Gas y Sardá muy teatrales – es lo que son –, y la Ponzano tan bella como fría en sucesiones de planos de los que el director se siente tan orgulloso que en ese momento cambiaría el cine por la fotografía. Diríase que Amil ha querido hacer de ella una Ava Gardner a lo Margarita Cansino, sin los guantes de “Gilda” pero con la fatalidad de “Forajidos”. Pues nada de nada. Ni de lejos. Ni el tono ni el tino. Ni los jadeos al volante calientan un celuloide en el que los primeros planos de Pilar Ponzano se mueren con el perro atropellado en la fría noche. Lo que filma Amil no es la frialdad candente de una heroína del cine negro, es la frialdad de no tener una pasión que retratar, ni una víctima que vengar, porque el personaje es plano, adimensional y menos interesante aún que el del taxista recaudador de máquinas tragaperras, que sale de prisión y no encaja en una historia que sin él no existiría y con él no mejora. La sirenita Madison no ve nada en él, “ni bueno ni malo” ¡qué ánimos! Menos mal que la del bar quiere traspasarlo e irse con él… al guano, supongo.

Un pederasta siempre resulta patético, pero aquí tiene además de un nombre de pirata – Bocanegra ¡qué falta de sutileza, por Dios, que necesidad de subrayar los titulares! – unos rasgos tan tópicos que provocan la vergüenza ajena y hasta la carcajada grosera.

En fin, no alarguemos mucho esto. La película consigue que no me acerque – ni se me ocurra – a la novela de Vian, no vaya a ser que en ella el pederasta también se llame Bocanegra, la madame Nonó, y la sirenita virgen y ultrajada Blanca / Dolores. Qué si resulta que, al final, todo era un cuento de hadas negras, aún tiene menos gracia.
Rick el acomodador
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