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Voto de Antognetti:
9
Intriga. Thriller. Romance El profesor de latín, Raimond Gregorius (Jeremy Irons), encuentra un día en Berna, en el puente de Kirchenfield, a una portuguesa que está a punto de tirarse a las aguas del Aar. Sin pensarlo, interviene y la salva. La lleva consigo, pero la chica desaparece sin dejar más rastro que un impermeable y un libro de un autor portugués. Raimond coge el tren para Lisboa con el propósito de conocer al misterioso escritor cuyo libro plantea las ... [+]
26 de agosto de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La entrada que hoy me ocupa atañe tanto a la lectura de la obra de Pascal Mercier, como a la película estrenada la pasada primavera, protagonizada por Jeremy Irons.

Tren de noche a Lisboa constituye un canto a una ciudad que, como la capital del estuario del Tajo, merece la admiración del visitante. En ella, como tuve ocasión de señalar en otra entrada, se tiene la oportunidad de regresar a un mundo desaparecido a finales de los años 70 y principios de los 80. Un mundo decadente, revestido por ello de una pátina de encanto y de nostalgia, que se respira en el rostro de quienes pueblan sus calles desde que algún grupúsculo fenicio decidiese asentarse allí, en el verdadero confín occidental de la Península, cuando esta tierra aún no se había abierto a la influencia extranjera. Por eso, la historia de la novela es lo de menos: el autor simplemente tiene la habilidad de elegir un escenario inmejorable, en un periodo histórico (la dictadura de Salazar) en que la saudade se convirtió en modo de supervivencia, para entrelazar dos vivencias. Por un lado, la de un profesor de Literatura Clásica de Berna, erudito y apreciado por sus alumnos, que decide romper su monotonía cuando repara en el libro que cae a los pies de una joven suicida; por otro lado, la del autor de los textos de dicho libro, Amadeu do Prado, joven atormentado por la injusticia del mundo que le rodea, en conflicto con su propia clase, la aristocracia, y con la condición humana, que resume en las líneas escritas antes de morir, de una prosa cuidada y bellísima, los principales temas que generan ansiedad en el alma de cada individuo. Como decía, una y otra historia son lo de menos: ambas se entrelazan y se separan; Raimund y Amadeu son el mismo y dos personas distintas a la vez, que comparten puntos de vista y difieren en carácter, pero que tienen la suerte de habitar, en el caso del primero, y de haber nacido y muerto, en el caso del segundo, en la ciudad que despierta su melancolía y les impele a hacer lo que nadie se atreve a hacer: cambiar la vida de los demás, comenzando por transformar la suya propia.

La película se mantiene fiel a la novela donde tiene que hacerlo. A ello, más que la realización, contribuye la interpretación magistral de un Jeremy Irons entrado en la madurez, que encarna cada poro de la piel del viejo profesor suizo. Las ausencias de fidelidad del film respecto al libro son perdonables por un solo motivo: los planos de la ciudad, que demuestran que el director ha sabido entender la esencia de las palabras de Pascal Mercier. Y ésta estriba en que la historia no versa sobre la resistencia portuguesa, ni sobre los anhelos de la clase media intelectual y aburguesada, sino en que hay ciudades que, cuales vórtices abiertos a otra dimensión, empujan al espíritu hasta límites insospechados.

Sólo una recomendación: si alguien duda entre leer el libro o ver la película, aunque sólo sea por tributo a ese lenguaje que la sociedad actual se empeña en desprestigiar, por favor: que comience por la novela y que luego se deleite en los paisajes y los momentos de la película.

Salud,

Raphael de la Ghetto.

http://raphadelaghetto.blogspot.com.es/2014/08/tren-de-noche-lisboa.html
Antognetti
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