Después de la absurda e infumable Anticristo, el que en otros tiempos fue un gran director capaz de filmar estupendas películas como Europa, Rompiendo las Olas, Dogville o Maderlay, nos sirve una mediocridad envuelta en un bonito papel de regalo, que no sirve para algo más que para seguir demostrando que se le acabaron las ideas o que su filmografía tira por unos derroteros muy equivocados.

Puede ser que Von Trier no saliera todavía de su estado de depresión o quizá el director danés se pegó un tiro o se colgó de un abeto y el fulano prepotente y provocador que anda por los festivales y firmó sus dos últimas películas, no es en realidad Lars Von Trier, si no un doble, a la manera de Paul MacCarthy según dicen, y el auténtico esté criando malvas.

De todas formas Melancolía es una cinta mediocre, tediosa y bastante boba que que se divide en dos partes bastante diferenciadas. Comienza con un curiso (y demasiado largo) prólogo musicado que engancha con una primera parte en donde nos presenta a los protagonistas de la historia en el escenario de una boda. Esta primera parte, no es demasiado mala, tiene detalles muy interesantes aunque está lejos de su mejor nivel y consigue que pienses que el danés empieza a recuperar su talento. Pero eso no es más que una ilusión, en la segunda parte de la película Von Trier se monta una paja mental mezclando el melodrama tedioso y la catastrofe interplanetaria y consigue que a los veinte minutos el espectador esté deseando que el planeta Melancolía se estrelle de una santa vez contra la Tierra y mande a la mierda a todos, director incluido, y se acabe de una vez la historia.

Lo dicho, el amigo Lars Von Trier sigue en estado catatónico y filma el segundo fiasco seguido, al tercero es para mandarlo a hacer puñetas.

Por cierto, Kirsten Dunst tiene unas tetas guapísimas, pero eso no es mérito del director.