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Togo Togo · Noplace
Voto de AGF:
7
Intriga. Thriller. Terror Cuando David intenta adelantar a un camión cisterna no se imagina que el conductor se lo tomará como una ofensa personal. A partir de ese momento, el diabólico camionero someterá a David a una persecución mortal... (FILMAFFINITY)
20 de febrero de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablaba no hace mucho, refiriéndome a Los Pájaros de Hitchcock, sobre lo bien que conseguía sostener el maestro del suspense la tensión narrativa sobre una historia carente de explicaciones, de lógica. Pues bien. Aquí Spielberg hace lo mismo. E igual de bien. Incluso mejor, ya que prescinde de una del todo innecesaria puesta en antecedentes biográficos de su protagonista (tan sólo nos cuenta algo sobre su vida en una llamada telefónica). Y ya que lo suyo es un telefilme (cuesta creerlo), y no una superproducción.

Así que la intención de Spielberg es dar rienda suelta a la opresión, a la angustia, al incomprensible terror que corre por la carretera en forma de maltrecho y monstruoso camión de conductor anónimo. ¿Qué más dará quién lleva el volante? ¿A quién le importa por qué decide complicarle la vida al desgraciado de Dennis Weaver, sobre el que recae todo el peso interpretativo de la cinta? A mí no. Lo tengo bien claro.

El diablo sobre ruedas es una clase magistral sobre cómo sacar una película de la nada. Un camión persigue a un coche. Qué cagada, se puede pensar. Pero la historia está escrita y narrada con sagacidad: las escasas líneas de diálogo que hay están introducidas en los momentos idóneos, y la evolución de la tortura psicológica (dividida en fases, y en constante in crescendo) pone de manifiesto la inteligencia de quien la ideó. Aunque, sí, es verdad que el tema pueda hacerse cansino en algún momento principal.

También es una magnífica lección sobre cómo rodar una persecución. Un fantástico manual del que deberían echar mano cantamañanas responsables de bodrios automovilísticos, que son incapaces de hacer trepidantes sus obras a pesar de que lo intenten metiéndole turbo a coches que ya van a la velocidad de la luz; haciendo que las carrocerías de los vehículos echen chispas mientras esquivan el tráfico urbano, que salten precipicios en bullet time, que exploten; y, por si acaso no basta con todo el empacho ya existente, buscando cualquier excusa tonta para meter a una tía medio en bolas en la escena.

Aquí los coches van, como mucho, a noventa por hora. No hay explosiones. Ni chispas. Ni cámaras lentas. No hay un gran presupuesto. Sólo hay, cosa que jamás se verá limitada por los medios, talento.
AGF
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