A pesar de lo que falsamente puedan augurar los créditos iniciales, formados por un puñado de escenas poco atrayentes al ritmo de una música con ciertas reminiscencias tomboleras, El Fuera de la Ley es una gran película. Un western hecho para la degustación del espectador.

En él, podemos disfrutar, servido en bandeja de plata y con cubertería de oro, del Eastwood más oscuro, sagaz, cabreado, rápido, escupidor, gruñón, entrañable, letal y, en resumen molón. Y por si fuera poco, con una cicatriz cruzándole la cara. Una gozada.