Es de lo mejor por algo muy simple: El mensaje.
No me dejé apantallar por la animación hecha con una computadora, eso es lo de menos. Lo más notable es la serie de mensajes que los padres de familia recibimos a lo largo del filme. Desde perder a un miembro importante de la familia hasta vencer los temores que te acechan al ver crecer a tus hijos. Y desde luego las enseñanzas que los niños reciben si ponen atención a los hechos que acompañan al pequeño Nemo. Mi hijo tenía dos años y medio cuando la vio, y entendió el por qué de la obediencia.
Buscando a Nemo es un poema familiar donde experimentas varias emociones, tanto gratas como tristes. Qué bueno que los tiburones no son presentados como los típicos montruos carnívoros, sino como unos seres que - a su modo- buscan superar un hábito. Una película digna de formar parte del acervo familiar.