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Voto de jesafe:
7
5,4
3.798
Thriller. Drama. Intriga
La joven hacker Lisbeth Salander y el periodista Mikael Blomkvist se encuentran atrapados en una red de espías, ciberdelincuentes y funcionarios corruptos del gobierno. Adaptación de la novela "Lo que no te mata te hace más fuerte" de David Lagercrantz, una continuación literaria de la saga 'Millennium' creada originalmente por Stieg Larsson. (FILMAFFINITY)
26 de agosto de 2020
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Encuentro a este película sensiblemente infravalorada y menospreciada. Tiene a la mejor actriz del momento, a un director competente y un libreto muy entretenido y emocionante en el que interviene el gran Steven Knight. No como “Dragon Tattoo”, cierto, pero no es para nada una basura. Es buena. Esta “The Girl In The Spider´s Web” es realmente buena. Y lo es especialmente para mí –aparte de porque Claire Foy está en ella, quien se echa la película a hombros y nos entrega a una mujer real, tan vulnerable y perdida como resiliente y fuerte- por un libreto que esconde más de un significado y más de una vuelta que tal vez un único visionado o una mirada simple sobre ella no dejan apreciar. Spoilers…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La película es presentada de forma confusa: parece tanto un reboot como una secuela de la de Fincher o hasta de las suecas (de hecho, una de las frases promocionales en los pósters, muy en la línea de “Casino Royale” era: ‘Descubre qué la hizo ser la chica’) y seguro que eso repercutió en su batacazo general. Pero no es tampoco del todo mentira. Que sus protagonistas se conozcan nace de las versiones anteriores, sí (que por cierto, una de dos: o echo en falta a un mejor actor o a una mejor historia para él). Pero la trama presenta una historia de madurez, muerte y renacimiento. De ahí que ambos términos valgan.
Se nos presenta a una Lisbeth madura cuyo lugar de residencia es destruido, fracasa miserablemente en proteger a la persona que la contrata –pese a que luego se descubre que el objetivo es el niño-, es forzada a verlo como si de una violación se tratase, es incriminada por ello con su propia mano, pelea tanto como recibe, es capturada y gaseada y por último atrapada en una angustiosa escena dentro de una bolsa de látex al vacío. Todo esto simboliza la madurez, la muerte y la resurrección.
La vida se nos presenta con Lisbeth en su cruzada personal, aún joven y vigorosa, pero ya madura.
La muerte podríamos dividirla en varias escenas: la destrucción de su guarida, cuando no puede evitar que la inyecten el paralizante, cuando es gaseada y finalmente cuando es envuelta en látex.
Y el renacimiento. También dividida. En todas esas ocasiones, se cumple un patrón: Lisbeth queda noqueada para después despertar y realzarse más fuerte. En la destrucción de su guarida, sale de la bañera. En la parálisis, no le queda otra que hacerse primero “la muerta” hasta que Holster se va con el niño para después conseguir las pastillas y esnifar la suficiente adrenalina para recuperar la movilidad. La parte en la que gasean no cuenta mucho porque es el preludio para que la metan en la ya icónica bolsa al vacío. Y finalmente, el renacimiento definitivo: Lisbeth sale con su propia fuerza y sus ganas de vivir de la bolsa, reventándola. Una escena que podría hasta simbolizar, cómo tras “morir” o ser derrotada repetidas veces, ella renace desnuda, sudorosa, casi sin aire y con lágrimas en sus ojos, expulsada de una bolsa al vacío que podría imitar un siniestro útero.
También la relación entre las hermanas tiene su miga, pues no son simples hermanas que se quieren mucho. En su realidad más retorcida y visceral, se quieren. Pero de forma pasional. Pero mientras que Camille elige a su sádico padre, Lisbeth no. Ella escapa. Camille le recrimina no haber estado con ella y Lisbeth la recrimina haberse quedado con su padre. Son dos personas que se aman con pasión oscura, trágica. Que se reprochan a su manera que una dejó sola a la otra. Lisbeth se amargó sabiendo que Camille la rechazó y Camille vivió torturada por su padre, pero rencorosa con su hermana por no haber estado allí para ser torturada también, como prueba de amor diabólico familiar.
Sin olvidar explorar el lado maternal de Lisbeth con el pequeño August. Para hacer algo que deseaba para nada: ser madre y además de un chico –coincidente con el género de aquellos de los que se venga-, ella muestra (a su modo) cariño y protección. Le saca de ese infierno y le devuelve con su verdadera madre. Pero si bien Lisbeth podría haberse retirado, aún con su muerte en su conciencia, decide arriesgarlo todo para sacarlo de allí.
Si tan sólo lo que se contase en ella, se hubiese contado mejor, estaríamos ante una gran película. Pero tal y como he dicho, es una muy buena y muy reivindicable. Pese a su fracaso comercial, para mí fue un triunfo en términos narrativos y de hacer sufrir a nuestra querida Lisbeth Salander como nunca, sólo para verla resurgir también más fuerte que nunca. Lo que no te mata te hace más fuerte.
Se nos presenta a una Lisbeth madura cuyo lugar de residencia es destruido, fracasa miserablemente en proteger a la persona que la contrata –pese a que luego se descubre que el objetivo es el niño-, es forzada a verlo como si de una violación se tratase, es incriminada por ello con su propia mano, pelea tanto como recibe, es capturada y gaseada y por último atrapada en una angustiosa escena dentro de una bolsa de látex al vacío. Todo esto simboliza la madurez, la muerte y la resurrección.
La vida se nos presenta con Lisbeth en su cruzada personal, aún joven y vigorosa, pero ya madura.
La muerte podríamos dividirla en varias escenas: la destrucción de su guarida, cuando no puede evitar que la inyecten el paralizante, cuando es gaseada y finalmente cuando es envuelta en látex.
Y el renacimiento. También dividida. En todas esas ocasiones, se cumple un patrón: Lisbeth queda noqueada para después despertar y realzarse más fuerte. En la destrucción de su guarida, sale de la bañera. En la parálisis, no le queda otra que hacerse primero “la muerta” hasta que Holster se va con el niño para después conseguir las pastillas y esnifar la suficiente adrenalina para recuperar la movilidad. La parte en la que gasean no cuenta mucho porque es el preludio para que la metan en la ya icónica bolsa al vacío. Y finalmente, el renacimiento definitivo: Lisbeth sale con su propia fuerza y sus ganas de vivir de la bolsa, reventándola. Una escena que podría hasta simbolizar, cómo tras “morir” o ser derrotada repetidas veces, ella renace desnuda, sudorosa, casi sin aire y con lágrimas en sus ojos, expulsada de una bolsa al vacío que podría imitar un siniestro útero.
También la relación entre las hermanas tiene su miga, pues no son simples hermanas que se quieren mucho. En su realidad más retorcida y visceral, se quieren. Pero de forma pasional. Pero mientras que Camille elige a su sádico padre, Lisbeth no. Ella escapa. Camille le recrimina no haber estado con ella y Lisbeth la recrimina haberse quedado con su padre. Son dos personas que se aman con pasión oscura, trágica. Que se reprochan a su manera que una dejó sola a la otra. Lisbeth se amargó sabiendo que Camille la rechazó y Camille vivió torturada por su padre, pero rencorosa con su hermana por no haber estado allí para ser torturada también, como prueba de amor diabólico familiar.
Sin olvidar explorar el lado maternal de Lisbeth con el pequeño August. Para hacer algo que deseaba para nada: ser madre y además de un chico –coincidente con el género de aquellos de los que se venga-, ella muestra (a su modo) cariño y protección. Le saca de ese infierno y le devuelve con su verdadera madre. Pero si bien Lisbeth podría haberse retirado, aún con su muerte en su conciencia, decide arriesgarlo todo para sacarlo de allí.
Si tan sólo lo que se contase en ella, se hubiese contado mejor, estaríamos ante una gran película. Pero tal y como he dicho, es una muy buena y muy reivindicable. Pese a su fracaso comercial, para mí fue un triunfo en términos narrativos y de hacer sufrir a nuestra querida Lisbeth Salander como nunca, sólo para verla resurgir también más fuerte que nunca. Lo que no te mata te hace más fuerte.