Detrás de esta película de terror se encuentra un equipo de románticos, apasionados del cine, que han sabido esquivar las dificultades económicas que el país en general y la industria cinematográfica en concreto atraviesan, para poner en práctica todo el conocimiento adquirido en tantas horas de universidad y para poder decir, alto y claro, que quieren y pueden hacer cine.
Ocho puede parecer una película de terror al uso, y como tal contiene los elementos clásicos: más de una escena que obliga a aguantar la respiración, sangre y jóvenes luchando por sobrevivir. Pero como buen romántico, el director busca la emoción y aprovecha todas las herramientas del género para conseguir el drama de una mujer que no es capaz de acertar el golpe final para cerrar las partidas en las que se ve inmersa.
A destacar la banda sonora, excelente por sí misma y utilísma para la película, las persecuciones nocturnas, rodadas con la inteligencia de quien sabe convertir los defectos en virtudes y los planos de la casa iluminada, de noche, en medio del negro más absoluto.
Ocho no es sólo lo que la película misma transmite y consigue: es el esfuerzo de un equipo joven, con ganas y conocimiento (desde la iluminación a la dirección de arte, pasando por un grupo de actores entregadísimos y sorprendentes) que, como el más romántico de los románticos, se levanta con fuerza frente a un mar de niebla para recordarse que sólo hay que aprovechar lo que uno sabe y saber lo que uno puede para acertar todos y cada uno de los golpes que nos toca dar. Ocho es sólo el primero para todos ellos.