Llega uno de los iconos del cine de los 80, tan fuerte y no sólo por su musculatura, que ha trascendido el celuloide para instalarse en el imaginario colectivo occidental. ¿Quien no dice cosas como "en plan Rambo"? Su éxito me ha llevado a pensar que hoy día nos cuestas muchísimo crear arquetipos, personajes o seres que tengan la capacidad de impactar en la sociedad como aquellos que surgieron desde mediados de los setenta hasta los años noventa, con especial incidencia en los ochenta. El caso es que se comprende que John Rambo (Sylvester Stallone) cautivara a niños y mayores. En concreto, los más pequeños flipamos en su momento con este héroe desarraigado, un boina verde experto en el manejo de armas y en el combate cuerpo a cuerpo, que además lleva un machete con una brújula o un kit médico para coserse sus heridas.

Con todo, las aventuras de Rambo, que por la terquedad y los prejuicios de un sheriff, se verá envuelto en una cacería humana en plena naturaleza que me ha recordado a "Furia Oriental" (1972), pueden ser vistas de un modo más o menos superficial. O sea, una película de acción sacada de la novela de David Morrell "Primera sangre". Pero en el fondo, es seria. "Acorralado" es un verdadero drama que pone en la palestra el trauma de los excombatientes de Vietnam, en realidad, de cualquier guerra, su rechazo, su pérdida de estatus como meros civiles o la imposibilidad de llevar una vida normal después de vivir aquel horror. En este sentido, el discurso final de Rambo es demoledor. Por este camino, algunos insisten en que la película es conservadora pero el retrato que se hace de la América profunda, cerrada, mezquina y cerril, la convierte también en crítica.