Tal y como intuía, la penúltima película de Álex de la Iglesia viene a ser una versión castiza de aquella de Robert Rodríguez, "Abierto hasta el amanecer" (1995), pero cambiando los vampiros por las brujas. Pero además, la norteamericana está equilibrada en un cincuenta por ciento entre una parte "seria" y otra demencial mientras que en la española lo primera es una especie de prólogo, mientras que los segundo es el plato fuerte. Pero curiosamente, son los primeros quince o veinte minutos los que mejor funcionan con sus personajes pillados y su frenética huida. Es llegar a Navarra e ir perdiendo fuelle, cada vez más, hasta llegar a un punto en el que se entra en una empanada con tantos fuegos artificiales que acaba cansando.

La ganadora de ocho premios Goya, "Las brujas de Zugarramurdi", lugar emblemático por dar nombre al proceso antibrujeril más famoso de la historia de España, puede recordarnos a uno de los primeros títulos de Álex de la Iglesia, "El día de la bestia" (1995), por esa mezcla de terror cómico, con un punto, mejor un brochazo cañí, pero aquella nunca cae en el esperpento o en la ida de pinza de la presente. De todos modos, a mí quien me tiene más preocupado es Carolina Bang. ¿Por qué le han tenido que afeitar media cabeza? Para ser siniestra no hacía ninguna falta al no ser que el objetivo hubiera sido afearla, que no creo. Pese a todo, me cae bien su personaje, como el del resto de brujas, aunque es de una evolución totalmente idiota.