No niego que en 1967 "Adivina quién viene esta noche" removiera conciencias con esta relación interracial que ponía en el punto de mira el racismo de aquellos años. Es por el valor que tuvo en ese momento, además de las buenas actuaciones, por lo que se lleva la nota que tiene. Sin embargo a día de hoy, más de cuarenta años después, resulta de lo más insulsa, precisamente porque ya a nadie, o prácticamente a nadie, escandaliza este romance. La película no sólo ha envejecido terriblemente por este planteamiento sino por el estilo tan teatral, en el peor sentido de la palabra. Venga diálogos sin salir de una casa. Lo malo es que estos parlamentos no aportan prácticamente nada, pues van siempre a lo mismo, y a la postre al espectador medio le parecen totalmente desconectados de la realidad actual, y por lo tanto, sin ningún interés. Dentro de los mismos, destaca el final de Spencer Tracy, especialmente pomposo. Entre una cosa y otra, "Adivina quién viene esta noche" aburre hasta a las vacas.

Por si fuera poco Stanley Kramer es lo suficientemente cobarde para ponernos un galán tan perfecto como éste y encima con la figura de Sidney Poiter. En el fondo, el color es irrelevante. Lo que nos asusta es que sea un chulo, un delicuente, un inmigrante, un marginal o un camello. De lo contrario, chica, no hay nada que pensar, le diría yo. El resultado es tan predecible que prometo que cuando la vi por primera vez pensé que este pretendiente en realidad escondía algo tremendamente malo: era un ladrón, un estafador o hasta una especie de Barbazul que asesina a sus mujeres. Digo yo, pensando en algo que te sacara del sopor. Mientras tanto, atención a este retrato de una familia progresista americana, con retrato de Roosevelt de por medio. El patriarca es definido incluso como "viejo liberal", a lo que pregunto que si fuera "burgués reaccionario", cómo se lo tomaría. Porque éste lo hace bastante mal. Seguro que no le daría la más mínima importancia, justo lo que hace el simpático sacerdote.