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2
Romance. Drama Desde que se conocieron en 1912, Jules (Oskar Werner) y Jim (Henri Serre) se hicieron amigos tan inseparables que se enamoraron de la misma mujer (Jeanne Moreau). Uno de ellos se casa con ella. Obra muy representativa del cine francés de los sesenta, que constituye un canto al amor y la pasión. (FILMAFFINITY)
25 de octubre de 2014
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Detrás de cada mujer "liberada" debe haber un varón idiotizado que le ría las gracias para que funcione el invento. Ahora bien, el hecho de que a Catherine (Jeanne Moreau) le surjan a puñados botarates enamorados hasta las trancas, ansiosos de casarse con ella a pesar de sus desplantes y devaneos sexuales conocidos por todos, no es casual sino una estrategia para promocionar a "la nueva mujer", feminista, moderna... y esencialmente promiscua, que es al final lo que les interesa. En cambio si ella fuera una mujer que representara de algún modo, aunque sea de refilón, los valores tradicionales, no la querría nadie, estoy harto de verla. Dicen que "Jules y Jim" es una ejemplo del cine de la "Nueva Ola" pero en realidad se trata de la "Nueva Bola" que consiste en afirmar que este tipo de mujeres desequilibradas, indecentes, egocéntricas pero igualitarias y emancipados son capaces de despertar, al menos, una sombra de amor.

Por supuesto, el retrato masculino, pedante, inmoral e infantil, tampoco sale bien parado pero lo que nos interesa mayormente es el rol que la progresía representada por François Truffaut muestra como el idóneo para las mujeres. Por ejemplo, observemos la espeluznante presentación de Denis, no sé si se escribe así, como un mero "objeto" que no habla porque "no tiene nada en la cabeza" ante las risotadas de sus acompañantes masculinos, todos ellos muy bohemios y radicales... pero con criada, faltaría más. El caso es que el retrato amoroso, aunque se inspire en la novela de Henri-Pierre Roché, es de una simplicidad tal que pone en entredicho, una vez más, la inteligencia de la intelectualidad europea, llena de ideas disparatadas sin contacto con la realidad. Sin embargo la verdadera respuesta la da Catherine cuando confiesa que no puede amar porque no tiene corazón. Tal vez esa es la fórmula para el éxito, dirá F. Truffaut.
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