Simpática comedia apta para toda la familia que llama la atención por ser una especie de parodia homenaje a "Único testigo" (1985). Sí, aquí también tendrán que esconderse algunos en un cerrada comunidad amish que vive como si estuviera en el siglo XVIII. Claro que "A las duras y a las maduras" también sobresale por su pareja protagonista, Tim Allen y Kirstey Alley, cuidado con los apellidos que no se tocan nada, que están los dos muy agradables y caen bien. Ya que estamos, a Kirstey le queda hasta sexy la cofia esa. Fíjate que me recordaba a las orejas de conejita que se llevan en algunos uniformes, como las del playboy. El caso es que a pesar de su buen hacer la obra obtuvo malas críticas y una taquilla regular de tal modo que ninguno consiguió realzar sus carreras respectivas. De hecho, esta es la película más moderna que he visto de estos dos, que a partir de 1998 pasaron a un discreto segundo plano en este mundillo del espectáculo, por desgracia.

A mi me parece que han castigado demasiado severamente a este comedia que aunque no es demasiado divertida, tiene tres o cuatro gracias sobre todo en su parte central, siempre es amena y bienintencionada. Tanto es así que me temo que se ha visto mal ese airecillo conservador que desprende para, por ejemplo, mantener un matrimonio en vez de tirar por el camino del divorcio. Obviamente, lo más llamativo es que ellos aprenden de los amish, una gente que de entrada es calificada por los propios protagonistas como sectarios de "Los chicos del maíz" (1984), imagínate lo que les dirían si fueran progres. Pues resulta que detrás de este celo religioso, esas barbas y esa renuncia de la civilización hay una apuesta por lo auténtico, es decir, el rechazo del materialismo, el individualismo, la corrupción, las prisas y los inventos sin fin, mientras defienden lo natural, la familia y los valores humanos. Por supuesto, se pasan unos tres pueblos pero su postura da que pensar.