Antes de entrar de lleno en la película, conviene una pequeña introducción histórica porque veo bastante confusión. China, en 1908, que es cuando se ubica "Furia Oriental", era aún una monarquía, bajo los manchúes o dinastía Qing, que ejercía un control incompleto sobre el país, entre otras cosas, porque los occidentales, incluido Japón, gozaban de privilegios de extraterritorialidad, derechos diversos y concesiones territoriales. En este caso, en Shanghai, donde funcionaba la concesión francesa y la internacional. Lo Wei aprovecha para denunciar la postración del país, por ejemplo, con el infame letrero de "no se admiten perros, ni chinos", que llegó a funcionar precisamente en la concesión de Francia, la república más democrática del mundo entonces. Pero se olvida, que ocho años antes, ese odio antioccidental estalló con la rebelión boxer en la que los nacionalistas se dedicaron a matar a todo blanco que vieran y al menos a 30.000 chinos cristianos.

Ésta película, como casi todas las de Bruce Lee, se puede analizar desde dos puntos de vista: como arte cinematográfico y como marcial. Depende del espectador fijarse en una cosa más que en otro, motivo por el cual tanto los que la critican como los que la alaban tienen razón. En lo primero, es mediocre, no tanto en la limitada trama como en la puesta en escena cercana a lo amateur. Atención a la ambientación totalmente de los 70, a esos ridículos disfraces, a los moratones que desaparecen en la siguiente secuencia o a que van por un sitio siendo de noche, luego es de día y al final es de noche otra vez. Todo esto es cierto y más pero también, que nos encontramos con las mejores peleas de la historia del cine, además con cierto toque a lo Sergio Leone. "Furia Oriental" es Bruce Lee, con toda su rabia desatada. Impresionante despliegue físico, agilidad, rapidez y fuerza en combates que son tan buenos como míticos. Disfrutad de su maestría, que era única.