Visualmente impecable, ahonda en el surrealismo que hace 100 años fue vanguardia y ahora ya no. La narración no avanza ni en lo evidente, ni a través de los hilos`que se proponen para intentar componer un relato inexistente. La serie se pierde en anécdotas, recuerdos, imágenes oníricas y, lo que resulta triste para aquellos que celebramos la primera temporada como un descubrimiento explosivo, auto homenajes de actores, escenas, situaciones y escenas que, treinta años después, son poco más que la aparatosa cirugía estética que se han aplicado convulsivamente buena parte de sus protagonistas. Demasiados años transportando un tronco hacia ninguna parte. Como arte plástico, bien. Hermoso. En cuanto al cine, hace tiempo que a Lynch le interesa más la fotografía.