Hay una sensación final al terminar de ver Monos, una sensación mezclada con asombro y algo de miedo, una sensación que predomina en mucho del metraje de Monos, y es el Tedio. Lo confieso, no conecté del todo con el filme, le encontré demasiados altibajos narrativos y cambios de ritmo ocasionados por sugerentes e insistentes secuencias oníricas que desviaban demasiado la atención. Porque si el filme tiene su intensidad, bien hecha y llevada con nervio, pero desaprovechada por un montaje final algo atiborrado. Notable la banda sonora, ayuda mucho a conectar con ese escenario físico, y la fotografía es de primer nivel sin duda alguna. No quiero desmeritar los logros técnicos del filme, el nivel de cine colombiano es del mejor del continente, pero creo que la sencillez de la historia podía permitirse otro tratamiento menos ostentoso. Los personajes cumplen, aunque no congeniamos con ninguno, ni siquiera con la doctora, la sensación final es que el azar y la naturaleza son más protagonistas, de que la rabia e impotencia maneja la cabeza de las ideologías de esa juventud que cree en un mundo de vida bastante salvaje. Una generación que hereda una guerra interna que no sana, que tiene heridas muy abiertas. El plano final, es bello, intenso, pero quedamos vacíos. Como diciéndonos lo que pudo ser y no fue.