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España España · Huércal- Overa
Voto de Ginés W García:
7
Drama. Comedia Roberto (José Mota) es un publicista en paro que alcanzó el éxito cuando se le ocurrió un famoso eslogan: "Coca-Cola, la chispa de la vida". Ahora es un hombre desesperado que, intentando recordar los días felices, regresa al hotel donde pasó la luna de miel con su mujer (Salma Hayek). Sin embargo, en lugar del hotel, lo que encuentra es un museo levantado en torno al teatro romano de la ciudad. Mientras pasea por las ruinas, sufre un ... [+]
26 de junio de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
PREJUICIO NUMERO 1: ¿PERO ESTO NO ERA UNA COMEDIA?
¿Te imaginas entrar al cine para ver al bueno de Ben Stiller con la imagen mental de una comedieta de humor chusco y descerebrado, y lo que empieza a parecer una mala, pero simpática comedia, se torna en un drama horroroso, de ambiente creppy y de macabras consecuencias?

El argumento que yo (felizmente) imaginaba: José Mota tiene un accidente del que sale milagrosamente ileso y se convierte en una estrella de televisión, desde la hiperbólica mirada de Álex de la Iglesia: sabemos que habrá sangre, pero de buen rollo, ¿verdad? Lo cierto es que la sorpresa me ha revuelto el estómago, pero me ha dejado un buen sabor de boca. Es cierto que tiene sus fallos, pero es lo menos.

PREJUICIO NUMERO 2: JOSÉ MOTA y SALMA HAYEK, ¡MENUDOS ENCHUFADOS DE LOS GOYA!
Lo cierto es que Salma hace una dignísima interpretación que bien le pudo haber merecido un premio (de no ser porque Elena Anaya "lo petó" demasiado) y José Mota borda ese papel de pazguato, a lo Buster Keaton pasando la peor de las experiencias: un rostro de palo, imperturbable y anodino, que a la vez irradia mucha humanidad. Mil disculpas a los dos.

PREJUICIO NUMERO 3: LA MORALINA SOBRE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ESTÁ MUY TRILLADA
Sí, no dice nada nuevo, y no comulgo demasiado con la crítica al sensacionalismo de la telebasura. No obstante, la reflexión está bien argumentada a través de los distintos personajes que aparecen, definiendo muy bien las posiciones ante una situación tan límite como si de un icosaedro se tratara. Por otro lado, no me ha quedado claro si la presencia de los medios cubriendo el accidente era el leitmotiv de la película o al final no pasa de un simple mcguffin. Lo bueno de todo esto es que, como en la vida, las cosas tienen la importancia que cada sesera les otorgue. Por lo tanto, donde unos cacarearán "fiasco", yo lo gluglutearé como un pavo que estamos ante un pequeño logro.


Conclusiones:

1. La película no está exenta de fallos. De todos modos, no olvidemos que el cuerpo de su exagerado y (en ocasiones) forzado guión está moldeado en torno a un disparatado esperpento de fondo negro, negrísimo. Tan negro como la sangre de esos portales de barrio que aparecen en el telediario. Podría quedar bien como obra de teatro.

2. El tema de qué es lo verdaderamente importante en la vida queda al desnudo a lo largo de la película. El drama familiar que se vive lo podrían haber contado Isabel Coixet a través de su cine intimista o Fernando León a través del drama social. Álex de la Iglesia lo cuenta como mejor sabe: desde el esperpento valleinclanesco. Asímismo, la eterna metáfora del hombre absurdo encarnada en José Mota ya se ha reflejado de otras formas: "La cabina", de Antonio Mercero, dicta más o menos el mismo mensaje: de hecho, el personaje de José Mota se ve atrapado accidentalmente por culpa de esa concepción del materialismo más ciego que reina en el mundo moderno. Por último, la película se relaciona, desde el tópico de la fragilidad de la vida frente a la importancia de los bienes, con los "Retratos de nuestras postrimerías" que representó Juan de Valdés Leal en la pintura barroca española de una forma no menos impactante en cuanto a macabrismo, acidez como y universalidad.

3. Por último... y sobre la televisión:

Esta reflexión que hace el director sobre la prensa del cotilleo queda un poco anticuada. Actualmente (2015), y, por mucho que nos pese, Lidia Lozano no es el mal. Jorge Javier Vázquez no es el mal. Karmele Marchante no es el mal. En todo caso, son sólo cuatro yonkis con más o menos escrúpulos que exponen la vida de gente que, a su vez, quiere ser expuesta. Adentrémonos en cómo los medios "serios" de la televisión y la prensa tratan de forma tan frívola, tan retorcida y tan manipulada, asuntos delicados y de vital trascendencia. Ahí es donde vemos lo podrido de todo el asunto, tal y como magistralmente ya narró Billy Wilder en "El gran carnaval". En resumen: la tiranía de la comunicación (va por usted, Ramonet).
Ginés W García
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