No se espera de un título prácticamente desconocido que parece mezclar la aventura, el suspense y el triángulo amoroso una expresión tan afortunada de la psicología humana. Ni tampoco unas imágenes tan minuciosamente descriptivas de lo cruel y paradójica que puede ser la vida. El convincente realismo del film se revela en secuencias como un escorpión en un zapato, el fango que sale por la ducha, el brutal y sanguinolento atropello de un policía, la gangrena de la protagonista y el salvaje y sorprendente desenlace, que castiga una buena acción.
En esta historia todo es áspero, doloroso, desagradable, desde hacerse rico hasta enamorarse. En principio se mata sin odio, por necesidad, pero poco a poco los personajes, sumidos en el miedo y la mala suerte, acaban queriendo matar por matar.
No entiendo el olvido de esta magnífica película, que además de profunda es ágil, muy amena, llena de acción y de giros estimulantes. La fuerte personalidad de Anthony Quinn, el brillante cinismo de Ray Milland , la explosiva belleza de Debra Paget y el buen pulso narrativo de Allan Dawn consiguen un resultado estético y temático de primer orden que merece mejor consideración.