Por un lado tenemos a un enigmático e imponente Viggo Mortensen de cuyo oscuro pasado es incapaz de librarse hasta que no se enfrenta a él directamente. Es el dueño de una humilde cafetería en un pueblo perdido de la América profunda. Un día su local es asaltado por dos peligrosos ladrones que amenazan con matarle a él y a sus empleados sin embargo consigue zafarse y acabar con ellos.

Por otro tenemos a su hijo acosado en el colegio por el típico fanfarrón guaperas. El chaval rehuye de las provocaciones de sus compañeros hasta que se da cuenta de que solamente se librará de ellos poniéndose firme y partiéndoles la cara.

Luego está una preciosa María Bello, atención a la excitante secuencia de sexo con ella vestida con el uniforme de animadora, que tras descubrir la verdadera identidad de su marido reacciona de manera hostil por haberla engañado durante tanto tiempo y sin embargo, al final cuando todo termina satisfactoriamente, le perdona y deciden seguir adelante juntos protegiéndole de las pesquisas del sheriff del pueblo.

William Hurt interpreta al hermano de Mortensen que ha medrado en el negocio hasta convertirse en un respetado jefe mafioso pero que debe terminar con Viggo para librase de los futuros quebraderos de cabeza que le pueda ocasionar su díscolo hermano. La nominación al Oscar me parece demasiado para un papel tan breve que tampoco es para tirar cohetes, se trata más bien de un reconocimiento a un actor que durante los ochenta fue asiduo a los oscars, ganándolo por El beso de la mujer araña, pero que hoy en día parece un poco perdido.

Y Ed Harris encarna con su habitual corrección y mirada inquietante a un asesino profesional tuerto que busca a Viggo para llevarlo junto a su hermano y ajustar cuentas.