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España España · Madrid
Voto de jokinr:
6
Bélico. Drama Tras varios años de sacerdocio, Dean Hess llega a la conclusión de que ha fracasado en su misión apostólica. La causa es que vive atormentado por los remordimientos que le ocasiona haber sido, durante la guerra, piloto de un bombardero. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2020
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El protagonista de esta historia, un militar torturado por los remordimientos tras haber matado a unos niños en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial, no es más que la encarnación de la mala conciencia del imperio estadounidense doce años después de haber asesinado a centenares de miles de personas inocentes (entre ellas a decenas de miles de niños indefensos) con sus bombas atómicas (la película es de 1957). Y el filme da al espectador la imagen que quiere de sí mismo el ejército y el imperio yanquis: ahora sí, en Corea (el siguiente escenario bélico tras Japón para los estadounidenses), no sólo no mataremos niños sino que los salvaremos. Y dicho y hecho. Y todos tan contentos. No son tan malos al fin y al cabo. Pelillos a la mar. Lástima que unos pocos años después, esos mismos militares, esos mismos gobernantes, iniciaran una nueva matanza no muy lejos de Corea, allá por Vietnam. ¿Quién se cree pues este mensaje a estas alturas de la Historia?; y no es porque lo que nos cuenten en “Himno de batalla” sea una falsedad, que parece ser que no lo es, sino porque la conclusión moral que extraemos de este relato no puede cambiar la idea de que EE.UU. ocupa, tras la Alemania de Hitler, el dudoso honor de haberse convertido en la máquina más perfecta de matar hombres, mujeres y niños a lo largo y ancho de todo el planeta.
Y sobre todo tras saborear el nauseabundo argumento con que el filme nos da para mitigar la culpa de los crímenes (más bien para disculpar estos), ofrecido por el personaje del sabio anciano cristiano. Como Hiroshima y Nagasaki no se pueden borrar y nunca se borrarán de los libros escolares de texto, los guionistas (el ejército yanqui) se refugian en el consuelo de la religión: la teoría del mal menor, los caminos inextricables de Dios y todas esas pamplinas que les sirven a los que tienen las conciencias sucias, y que quedan muy bien, para seguir matando niños y evitar luego el infierno, el del más allá y el del más acá.
Y ni siquiera la maestría de Douglas Sirk puede cambiar eso.
jokinr
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