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España España · Madrid
Voto de jokinr:
9
Drama Barrio madrileño de Maravillas. Eloísa es una abnegada esposa y madre eficiente, que vive con su marido, un guardia municipal más autoritario en casa que en la calle y al que a veces se le va la mano. Su hijo es un beato que salió del seminario poco antes de convertirse en sacerdote, y que se pasa la vida estudiando y rezando para expiar los pecados de su familia. Las hijas, dos hermanas, obsesionadas cada una a su manera por la ... [+]
18 de diciembre de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es más fácil hacer un comentario reprobatorio de una película mediocre que uno halagador de una obra excelente, máxime si nos topamos con cintas como ésta, de una riqueza tal que podría suscitar una recensión kilométrica. Cierto es, como decía el propio Fernán-Gómez, que parte del mérito del filme está en la novela de origen, cuyo autor es Juan Antonio Zunzunegui. Yo no he leído tal novela y no conozco sus virtudes literarias, aunque ciertamente la historia es realmente tremenda (¿no se la podrá encuadrar en el famoso ‘tremendismo’ del que Camilo José Cela fue uno de su más ínclitos representantes?). Pero aquí hablamos de una película y por tanto de los valores que conciernen a este arte.
Para contestar a la pregunta que encabeza este comentario podríamos fijarnos en muchas facetas de la cinta. No insistiré en la crudeza de la anécdota, mérito sobre todo de Zunzunegui (supongo), pero sí en las siguientes cuestiones. En primer lugar en la interpretación. No hay ni un solo actor que no borde su papel. Empezando por las dos protagonistas (Gemma Cuervo y Lina Canalejas), siguiendo por el propio Fernán-Gómez (que nos ofrece uno de sus mejores trabajos), y terminando por Agustín González, Caffarel, Pilar Bardem, María Luisa Ponte, Milagros Leal… La intensidad dramática que aportan sus actuaciones refuerza la de la propia historia, un crudo reflejo de la clase trabajadora española bajo el franquismo, y sobre todo de la mujer de la clase operaria, sojuzgada en su doble condición por una lado por una sociedad machista y reaccionaria y por otro por una estructura socio-económica que la deja casi inerme frente a la lucha por la vida. En segundo lugar mencionaré el soberbio trabajo de dirección de Fernán-Gómez y sobre todo de su puesta en escena, entendidos estos conceptos en el más amplio sentido de la palabra. Coherentemente con la crudeza de la trama, la dirección y el montaje son secos, duros, cortantes, absolutamente económicos, casi diría (si el término se puede utilizar en cine) ascéticos en su efectividad: con el mínimo de elementos expresivos consigue Fernán Gómez el máximo de información y emotividad. La cámara, siempre presente, es un personaje más, pero uno que no molesta; es casi como otro de los innumerables habitantes de ese barrio pobre del Madrid pobre que no sólo ve y mira, sino que se mueve con el resto de los personajes, que se aparta cuando estorba y los sigue como un vecino más que quiere interesarse por unos semejantes que parece conocer tanto como el que más. En tercer lugar, (y para ir acabando) la mirada de la película (que no sé si es tributaria también de la de la novela); una mirada cercana, aunque amoral, una mirada impecable pero humana, hasta cierto punto comprensiva de las miserias que testimonia, carente de juicios y sobre todo de condenas, que parece revelarnos que el origen de la mezquindad y del egoísmo humanos no sólo parten del interior del ser, sino de la organización social, más cruel y mezquina aún que el individuo; una mirada por tanto, diría, rousseauniana, que acaba por mover a la compasión.
Pero lo fundamental es que todos los elementos, desde la trama hasta la más mínima planificación de cualquier escena (recordemos a Fernán-Gómez preso contando billetes imaginarios) están coherentemente engarzados y dirigidos para dirigirse a una única dirección: la de conmover hasta el tuétano al espectador y dejarle absolutamente boquiabierto cuando se encienden las luces de la sala.
jokinr
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