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Voto de Sergio Berbel:
10
Comedia. Drama. Romance Jack (Sydney Pollack) y Sally (Judy Davis), dos de sus mejores amigos, sorprenden a Gabe (Woody Allen) y a Judy (Mia Farrow), anunciándoles su intención de separarse. Pasado el primer momento de estupefacción, la pareja empieza a plantearse si su matrimonio se basa en una relación realmente sólida. Mientras Jack y Sally tratan de rehacer sus vidas al lado de otras personas, Gabe comienza a flirtear con una de sus alumnas de la ... [+]
5 de setiembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ocurre con “Delitos y faltas” (1989), “Maridos y mujeres” (1992) corresponde a la etapa más madura y profunda de la filmografía de Woody Allen, la que transcurre a medio camino entre las décadas de los 80 y 90. En “Delitos y faltas”, Allen mezclaba drama y comedia; en cambio, en “Maridos y mujeres” prescinde de la parte cómica para centrarse sin piedad alguna con sus personajes ni con nuestra sociedad en un análisis serio sobre las relaciones de pareja y la imposibilidad de la felicidad.

Para ello, utiliza un artificio narrativo muy querido por el gran genio norteamericano, que es el falso documental, donde va intercalando la historia como tal con intervenciones a cámara de sus protagonistas explicando determinadas perspectivas de los hechos que se van narrando en la cinta a un supuesto narrador del documental, algo que sitúa al espectador y que ayuda a entender la magnitud de la tragedia que se cierne sobre toda relación de pareja, además de otorgarle grandes dosis de realismo.

Woody Allen nos cuenta la conmoción que causa en su pareja protagonista que otra pareja, sus mejores amigos, les anuncien con enorme naturalidad y sin trauma alguno que van a divorciarse. Es la palanca a partir de la cual las relaciones personales de los cuatro personajes van evolucionando: el matrimonio de Sydney Pollack (maravilloso siempre delante y detrás de la cámara) y Judy Davis parece estar en vía muerta porque confunden evolución de la relación con pérdida del amor (craso error que ha dado lugar y sigue dando a grandes tragedias personales); el de Woody Allen y Mia Farrow parece mucho más estable, sin embargo ambos saben que se sienten atraídos por otras personas (hipnótica y electrizante Juliette Lewis como alumna culta y creativa de Allen ante la que resulta imposible resistirse, uno de sus más grandes personajes).

Historias personales que se cruzan y descruzan como ocurre en las grandes obras de Allen. Nueva York como un elemento ineludible de la película. Frases ingeniosas que suponen análisis certeros y despiadados sobre la condición humana. Fueras de campo y largas escenas sin montaje rodadas cámara al hombro para remarcar su apariencia documental. Una voz en off intermitente… Todas las señas de identidad del cine de Allen (incluidos sus reconocibles títulos de crédito que ya me hipnotizan nada más desplegarse en una pantalla) están perfectamente conjugadas en esta obra maestra.
Sergio Berbel
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