Esta película de Cronenberg cuenta con una de sus mejores bazas en la ajustada duración. La tendencia a alargar las historias suele desembocar en pérdida de intensidad y, lo que es peor, en aburrimiento. Se trata de una historia breve, violenta, como anuncia su título, aunque se trata más de una violencia psicológica que física. Precisamente, son los momentos de violencia explícita los que desentonan un tanto, porque su espectacularidad resta cierta verosimilitud al argumento. Otro de sus aciertos es la interpretación de Mortensen, cuya recreación de personaje con doble vida no deja de inquietar, dejando la puerta abierta para pensar si en verdad es quien dice ser, o si ha dejado de ser quien era. El film muestra con habilidad hasta qué punto podemos estar conviviendo con una realidad que nos resulta por completo desconocida, de qué manera detrás de una supuesta normalidad puede esconderse un trasfondo mucho más siniestro.