Atravesamos una crisis económica de lo más mediática y Hollywood ya se ha puesto manos a la obra para sacar tajada en la taquilla. Como estamos en temporada baja, de momento sólo llegan los saldos; en este caso un thriller político un poquito anodino que se adapta perfectamente a los cánones actuales del género, sin sorprender ni molestar.

En el lado positivo está Clive Owen, la estrella actual que mejor pone cara de palo -esto sin retranca- y dos o tres escenas de acción muy bien planificadas. La balanza la equilibra la típica trama enmarañada que desemboca en lo de siempre.

Por eso hay un punto de ironía en la afirmación de uno de los protagonistas de que "la diferencia entre verdad y ficción es que la ficción al menos siempre tiene sentido", porque no creo que nadie dude de que los malos acaban ajusticiados y porque el contenido ideológico es una versión de "Syriana" baja en calorías.