Lo imperdonable de una película de aventuras es que sea aburrida, y Black Sea lo es un rato. Una pandilla de perdedores se lanza en un submarino destartalado a la búsqueda de otro similar, hundido desde la Segunda Guerra Mundial con una fortuna en lingotes de oro en su interior. El desenlace será el lógico y natural. Kevin Macdonald, autor de las interesantes La sombra del poder y El último rey de Escocia, se enreda aquí en un relato claustrofóbico, sección submarinos, con más tópicos de los que cabría esperar. Jude Law, que está desarrollando un inquietante parecido con Phil Collins, se muestra convincente en esta nueva muestra de su errática carrera cinematográfica, pero el guión no da más de sí. Lo hemos visto todo muchas veces, tal vez demasiadas. Macdonald se mueve con agilidad dentro del único escenario de la película, con el concurso de unos cuantos secundarios bien elegidos, pero en ningún momento te sientes preocupado por su futuro, más bien esperas que se los lleve a todos el diablo de una vez y demos por finalizada la función. Para tardes sin nada mejor que hacer.