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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Animación. Musical. Infantil Año 1910. En París, una anciana millonaria y excéntrica lleva una vida feliz con sus gatos en su enorme mansión, con la única ayuda de su fiel mayordomo Edgar. Allí, la gatita Duquesa vive con sus tres traviesos cachorros, sin saber que Edgar planea acabar con todos los gatos para convertirse en el único heredero de la enorme fortuna de la anciana, Madame Bonfamille. Con este propósito, los abandona en un lugar remoto, pero quiere la ... [+]
23 de marzo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su época más clásica, Disney abanderó una serie de películas con unas pautas muy marcadas.
A saber, las que nos mostraban el mundo de los animales desde su punto de vista, pleno de colorido y música, ajeno a las miradas quiénes los considerábamos simples animales de compañía. Ahí quedan el romance de una dama y un vagabundo, o bien la travesía de unos canes manchados de vuelta al hogar, como grandes referencias de aventuras inolvidables.
Esta vez, sin embargo, la cosa va de gatos, en apariencia más desapegados, pero revelados aquí como unos unos sibaritas y apasionados de lo suyo.

'Los Aristogatos' hace gala de un espíritu juguetón y poco o nada dramático, contando incluso con un villano patéticamente cómico, pero lo que podría ser un problema pronto se revela un rasgo de estilo: la canción de Maurice Chevalier en sus créditos es la más sincera carta de amor que a algún felino se haya hecho.
Esta historia parece que no quiere reinventar la rueda ni arrojar algún poso de reflexión, solo quiere pasárselo bien en la recreación del lujoso mundo de Duquesa y su camada de gatitos, que disfrutan de las comodidades que su dueña dispone para ellos. Los minutos iniciales en los que conocemos su rutina diaria casi son más bien una celebración de las formas animales animadas, sin ninguna intención de que temamos su desaparición a manos de un mayordomo taimado.
Pero no se confunde fuegos de artificio por distracciones infantiles: es decir, no estamos mirando un llavero que da vueltas, como si de un bebé ensimismado se tratara. Más bien es un despliegue de buen gusto y posibilidades cómicas, viendo a los gatitos retratar abstractamente a su mayordomo y tocando el piano con maestría, cualidades humanas que nos pasan desapercibidas por considerarlos ya seres racionales.

Su aventura por las calles de París llegará algo más tarde, donde se toparán con el encantador Thomas O'Malley, el perfecto icono de esa forma de vivir, bohemia pero elegante, que parece respirar la propia ciudad, y de la que Duquesa y sus cachorros se empaparán en su camino de vuelta.
Es ahí donde respira este relato, a merced de unos personajes variopintos y quizá de moralidad cuestionable, pero profundamente orgullosos de su forma de ser, conscientes de ser quizá los únicos que se atreven a llevarlo. Lejos de mantas bordadas en espaciosas camas, O'Malley y sus compañeros reivindican la libertad de recorrer los tejados de la noche, vivir el momento y sentir la música recorriendo tus venas.
El inolvidable 'Todos Quieren ser un Gato Jazz' no es solo una divertida y surrealista secuencia, también es una canción que expresa de la mejor manera ese deseo agazapado de vivir una vida de verdad, excesiva y ruidosa, pero quizá más sincera que una existencia entre algodones. Los gatos bailando y tocando hasta el amanecer, con los instrumentos casi destrozados, son la viva imagen de esa libertad que da el ser diferente.

Incluso, sorpresa, queda espacio para lo interesante que suele suceder entre los restos de la fiesta, en una conversación inusualmente sincera entre O'Malley y Duquesa.
La luna fecunda es testigo de sus dudas y sus diferencias, solapadas por la intensidad de la música, pero dispuestas a ser superadas en el gesto sutil de sus colas entrelazándose: los ojos inabarcables y fascinantes de Duquesa probablemente hayan tenido algo que ver en la decisión del gato arrabalero, lo que deja claro que Disney es casi siempre mejor cuando bordea ciertos temas con una necesaria capa adulta.
Lo que en principio era solo diversión es capaz de ser algo más, en la quietud de un tejado de París.

Echando un vistazo, por su tono poco serio, podría pensarse que esta es una menor adición a ese canon clásico de aventuras en cuatro patas.
Pero puede ser porque se pase por alto la diferente y encantadora mirada a París que muestra a través de sus animales.
Charles
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