En una era digital, son los libros los que quedan más olvidados que nunca.
Para qué adentrarse en mares de texto, en ríos de imaginación, cuando la red ya nos ha provisto de confortables habitaciones virtuales, donde vivimos otras nuevas aventuras.
'El Guardián de las Palabras' es de 1994, mucho antes de que la vida digital fuera común, pero aún así es de elogiar su magnífica defensa de los libros como último refugio de la imaginación.

Richard Tyler es un niño corriente, aunque algo miedoso, que en una noche de tormenta acaba en la biblioteca, un lugar vacío y oscuro, con miles de estanterías que que se diría pueden albergar todas las historias que alguna vez se han escrito. Aunque claro, sin nadie que las lea solo son simples hojas, encuadernadas en silencio.
Será el bibliotecario quien le haga un carnet pese a su reticencia, y le anime a explorar el sitio prometiendo que encontrará sorpresas que no se espera. Es el inicio de una fantástica aventura al corazón de miles de historias clásicas, en las cuales Richard estará en primera fila viendo como se desarrollan.

Lo mejor de todo es que la animación rechaza no mostrar en todo su esplendor las terroríficas y excitantes experiencias que allí se encuentran, consiguiendo que entremos de lleno en una escalofriante mansión que guarda un científico loco, en la mismísima isla del tesoro o que presenciemos como el Capitán Ahab, totalmente demente, persigue una ballena enorme hasta los confines del océano.
Todo un torrente de historias que la película dota de vida, de peligro y de misterio, como nunca parecen cuando son estáticas sobre el papel, y que nosotros disfrutamos como si fuera la primera vez que nos cuentan.

El letrero de 'Exit' aparece en el horizonte como una promesa de que estaremos a salvo de las fauces de un dragón escupefuego, y hacia él se encamina Richard con sus amigos Aventura, Fantasía y Miedo, simpáticas encarnaciones de los géneros en los que se ha sumergido, que también probablemente siempre nos acompañan cuando somos capaces de reconocerles leyendo una historia
Pero, tal es la magia de la literatura, que cuando finalmente la abandonamos, queremos volver, de esto no nos damos cuenta hasta que no acabamos un libro. Por eso es suerte que siempre podamos volver a ellos, y que una biblioteca enorme se transforme en un lugar maravilloso del que solo nosotros tenemos la llave.

No solo eso, sino que encima siempre nos reservará la primera fila en historias increíbles.
Es la lección que Richard se lleva, y que cualquiera puede aprender: los libros pueden guardar muchas aventuras en su interior si tenemos el valor de descubrirlas, y dejarnos envolver por sus emociones.