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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama Cuando muere su madre tras una larga enfermedad, los siete hermanos Hook la entierran en el jardín, pues temen ser separados y enviados a distintos orfanatos. (FILMAFFINITY)
22 de setiembre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bendita la niñez, que dejamos atrás cuando ya no la vamos a necesitar.
Bendita esa niñez que nos permite seguir jugando lejos de las preocupaciones, que nos mantiene ignorantes a los adultos y traiciones, porque aún no ha llegado el momento de aceptarlos.
Y maldita esa niñez que se ve obligada a ser mayor antes de tiempo, en la frontera entre la seguridad y el desconcierto, perdida para siempre el hogar familiar que le brindaba una salida.

'A las Nueve cada Noche' habla de manera sutil, pero firme y decidida, sobre la infancia y su resistencia al mundo adulto, enfrentada al madurar de golpe.
Elsa atiende a su madre como todos los días, una vaga sombra de lo que fue, desbordada con algunas responsabilidades pero tranquila porque la presencia maternal siempre va estar allí (como siempre se piensa a su edad). Entonces, sin adornos de ningún tipo, sin explicación, sobre la madre se agita silenciosamente la campana que ha intentado alcanzar en su último aliento: donde antes había una diosa que cuidaba de sus pequeños ahora solo queda un cadáver, terriblemente inerte y frío a la vista.
A Elsa la infancia se le rompe primero, y después la seguridad: sus hermanos atraviesan el camino inverso, sin que la infancia llegue a abandonarles del todo, porque todavía están en esa época en la que todo puede ser una broma y nada va realmente en serio. Hubert y Diana, los más mayores aparte de ella, se permiten comprender algo, pero la cálida manta de la ayuda paterna van a seguir buscando.

El orfelinato se cierne sobre los nuevos huérfanos, tristes niños de Peter Pan en una enorme mansión que ahora no van a poder abandonar, pero deciden guardar el secreto, quizá como huida hacia adelante para poder escapar de la responsabilidad que les llama.
Cierran la puerta, se aseguran la cartilla de su madre y siguen yendo al colegio, normalizando una situación que todos menos Elsa creen sin consecuencias.
Aún siguen teniendo un altar dedicado a su madre, la triste peluca que dejó en su calva, que les susurra e inspira algo parecido a una norma, y les libera de la asfixiante realidad que es decidir lo que conviene sin tener verdadera autoridad.

Es curiosa la forma de presentar a los adultos a partir de ahí: como presencias opresivas en plano, torres de razón que en algún momento van atrapar a esos niños equivocados, y sus susurros evocan toda clase de peligros imaginados.
En pocas palabras (o casi ninguna para ser exactos) Jack Clayton expone cómo los niños dependen exclusivamente de los adultos que les guían, les guste o no, y toleran sus vicios o traiciones, porque nadie les ha podido enseñar nada mejor.
"Los niños hacen lo que les da la gana": no, juegan en la caja de arena en la que los adultos les dejan jugar, maleables a su presencia, reconfortados por su amabilidad y castigados por sus opiniones que tienen que adoptar, aunque no les gusten como tal.

En el triste mausoleo en que se convierte la casa da la sensación de que todos intentan conservar una infancia ruinosa, que se va desvirtuando cada vez más a medida que el mundo les alumbra con su perversidad.
La visión de una mujer sin vestido se torna desagradable, quizá porque Elsa y Diana piensan que tendrán que ser ella algún día, la desobediencia es común (son niños) pero solo se castiga aparejada con la envidia, y la violencia adulta se respeta porque siguen siendo sus mayores, aunque la voz de mamá cada vez esté más lejos (¿quizá nunca estuvo?).
Da igual las veces que Jack Clayton los muestre jugando, estos niños ya deben abrazar sus terrores adultos, por mucho que su indiferencia los siga retrasando.

Tal vez esto solo era la travesura prolongada de unos críos a los que, sin ella, no les quedaba nada.
Y cuando el juego acaba, cuando la figura de autoridad deja caer un mazazo, toca recoger los juguetes, y decirles a los demás que no volverán a molestar.

Aunque esto nunca fuera un juego, y aunque no haya cama a la que irse a acostar.
Eso, por desgracia, los niños nunca lo sabrán.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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