No me extraña que de todas las aficiones deportivas posibles nuestro protagonista escogiera el atletismo, en concreto la especialidad de carrera de fondo. Sale a entrenar solo, no necesita asesoramiento y puede continuar con sus actividades delictivas. El personaje de la película merece muchísima atención no sólo por lo que hace y cómo nos lo muestra el director, es su personalidad, su carácter, el perfil psicológico lo que verdaderamente interesa. Conocemos sus actos pero a razón de sus escasas palabras poco de lo que piensa. Intuimos alguien que sólo se siente vivo con la escopeta y la máscara atracando bancos, tal vez le da igual el dinero, tal vez necesita ser un ladrón para reconocerse a sí mismo... Tal vez como correr y merendarse kilómetros por las mañana y por las tardes. Ser atleta de fondo es ser especial, el sufrimiento que significa no es para todos.

Como se ha apuntado tan acertadamente, la influencia del cine polar francés es evidente. Sin embargo estamos en el S.XXI, aquel cine de intrigas policiales dejó de realizarse y pese a eso, el resultado final aquí es notable. Cuando se hacen bien las cosas hay que decirlo alto y claro: la cámara tiembla cuando es necesario, permanece inmóvil si hace falta y cuando se desata la acción, que la hay y mucha, está filmada con gran acierto. Nuestro ladrón atleta es inteligente, violento cuando hace falta y capaz de producir una atracción rara por lo inexplicable de su actitud. No es un gángster al uso, él trabaja solo, igual que entrena y compite solo. Creo que es cine europeo de calidad que merece mucho la pena.