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España España · Barcelona
Voto de Tithoes:
3
Thriller. Drama Jóvenes bailarines toman accidentalmente LSD mezclado con sangría y así su exultante ensayo se convierte en una pesadilla cuando uno a uno sienten las consecuencias de una crisis psicodélica colectiva. (FILMAFFINITY)
19 de febrero de 2019
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor: la cantidad de recuerdos que despiertan otros tantos ejemplares cinéfilos (en el sistema doméstico de grabación y reproducción analógica por antomasia VHS) y literarios (en las ediciones originales a juzgar por la condición de los volúmenes) de la falsa rueda de entrevistas plasmada en un antiguo televisor Schneider (se especifica la marca no para promocionarla sino para ejemplificar la nostalgia que contrae), distinguiéndose de entre ellos clásicos como Hara kiri, Suspiria y Zombie o Mi hermana y yo, Molinier y Taxi driver respectivamente; la naturalidad con la que los actores interpretan los complejos cometidos que les son encomendados, pareciendo tan creíbles los roles que encarnan que abruma sobremanera la idea de que un grupo (no solo una persona) pueda transmitir e interiorizar tanta creencia en evidente ficción, denotando un impagable e innato talento que acaba siendo, sin duda, la mejor baza de un director que sigue arriesgando en su afán por transgredir e innovar para firmar éste su cenit al alcanzar todas sus obsesiones, textualmente, el éxtasis; la esencia de la cultura danzatoria (obviando adicciones, desinhibiciones y estereotipaciones varias) se recoge espléndidamente a través de frenéticas e inmersivas coreografías que, si bien originarán más de un sentimiento de envidia, se traducen en la parte narrativa más plausible para el espectador junto a otro aspecto puramente técnico, el juego de cámaras, situándose en lugares imposibles para, con vulgares e innumerables cortes (no hay punto medio aquí, pues se extienden breves segundos o largos períodos temporales), manejar a uno y a otras a su completo antojo como lo hace con determinado acusado al excluirlo repentinamente sin señalar finalmente al verdadero culpable.

Lo peor: la vertiente negativa que lleva aparejada el primer alegato positivo, y es que la retahíla de preguntas y respuestas resulta tan genérica e insustancial que disgusta e irrita ostensiblemente pese a no prolongarse más de cinco minutos, convirtiéndose en el preludio de la eterna vinculación entre diversión y drogadicción de unos promiscuos e irresponsables jóvenes en busca de un éxito que todo lo justifica, o al menos eso es lo que se trata de hacer creer a un público que, atónito e hipnotizado, presenciará vacíos diálogos vacíos y forzadas relaciones para, posteriormente, deleitarse con una sangría (a buen entendedor...) en la que cada ingrediente (entendiéndose como tal los personajes) tiene un sabor especial pero idéntica ausencia de empatía; el agobiante e inestimable requisito de concienciarse del género sobre el que pivota la trama y, aun haciéndolo, contemplar la posibilidad de llegar a decepcionarse al situarse, tras cobrar total protagonismo, en un muy segundo plano a merced de una historia que ofende e impacienta al no hacer justicia al enorme potencial tanto del responsable como del reparto, confundiéndose sensualidad con grosería en muchos impases (amén de las secuencias más gratamente enfermizas el resto obedecen a una impulsividad global sin sentido); la sorpresa e incomprensión que suscita en un servidor comprobar cómo la crítica especializada (así como aquellos eventos en los que se ha proyectado como bien avala el premio a la mejor película concedido en el prestigioso certamen Sitges film festival y público de a pie atendiendo a la nota media cercana al siete que alcanza el metraje en la popular página Film affinity) ha decidido alabar una producción que, aunque atrevida como pocas, no deja de ser (siempre en opinión propia como exige la ocasión) una pretenciosa e innecesaria alegoría al ciclo existencial humano (correlativamente se cita “ser es una ilusión fugaz”, “nacer es una oportunidad única”, “vivir es una imposibilidad colectiva” y “morir es una experiencia extraordinaria”) disfrazada de trascendental e ineludible reflexión con escaso atractivo y todavía menor sensatez.

Daniel Espinosa
www.cementeriodenoticias.es.tl
Tithoes
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