Por muy desagradables que sean películas como esta, deben existir para que, como mínimo, la parte de la población que la vea, aprenda para no olvidar y no consentir que se repita la Historia.
Entre las mil caras que tuvo la Segunda Guerra Mundial, una de las más tristes y vergonzosas fue el Holocausto judío, pero esta película va un poquito más allá. Por mucho que les pese a muchos fervientes seguidores, la Santa Iglesia Católica ha tenido muchos momentos en los que de santa no tenía nada, y este es uno de ellos.
Costa-Gavras se atreve a narrar, sin violencia explícita (se escuchan pero no se ven las matanzas en cámaras de gas), las relaciones del Vaticano con el nazismo. Habrá seguro gente que ponga en duda lo que aquí se nos cuenta, pero no es mi caso. Y creo que la película, aunque te haga hervir la sangre, es necesaria aunque solo sea a nivel documental, independientemente de su valor cinematográfico, que también lo tiene.
Es de esas en las que casi lo único que vemos son diálogos, pero el tema que trata es tan importante y polémico que mantiene completamente el interés. Los actores ofrecen unas interpretaciones a la altura de las circunstancias, para que nos metamos más aún en el tema y suframos la impotencia de los dos protagonistas.
Uno está frente a un poder religioso que poco o nada tuvo que ver con sus ideales, y sí con el egoísmo y materialismo humanos.
El otro forma parte de la peor cara de la Humanidad, cuando el mal y el odio imperaban a sus anchas, sistematizando la muerte a nivel industrial. Está bien ver aquí y en otros títulos como "Valkiria" (con Tom Cruise), que no todos los alemanes eran tan ciegos y borregos frente a estas horribles situaciones.
Aplaudo la valentía del director por todo lo que aquí se nos cuenta. Es una película que habría que ver en el colegio (aunque en los religiosos no creo que quisieran ponérsela a sus alumnos), máxime cuando no es tan conocida como la grandiosa "Lista de Schindler".