A Netflix le gusta reciclar muchos elementos habituales del cine fantástico de los 80. Este es un film de aventuras (aunque pocas) y viajes en el tiempo (aunque sin chicha), con un tono campechano y familiar que no me termina de convencer.
Y es que tiene una gran pega. La protagoniza un tal Ryan Reynolds, un actor que no soporto y que me cae especialmente mal cuando saca su vis más cómica. Muy pocos trabajos salvaría de su filmografía hasta ahora.
En su encasillamiento, el tipo repite su clónico papel de payaso chulo, que tanto coraje me da. Para colmo, se encuentra con una versión suya de niño, que tiene también las mismas expresiones y chistes malos. Así que, si no quieres Reynolds, aquí lo vas a tener por partida doble, en cierto sentido. Tenemos asegurada la sobredosis de chistes malos y diálogos de vergüenza ajena, para cargarse lo poco bueno que pueda tener esta historia de ciencia ficción poco original, por cierto.
Momentos como el de los abusones o el primer encuentro con Mark Ruffalo después de la clase esa que está dando, me han dado ganas de hasta dejar de verla. Por no hablar del homenaje cutre al bosque de la luna de Endor.
Y me da pena por Jennifer Garner, una actriz que me gusta mucho y se prodiga poco. Hasta su mediocre “Matar o morir” es mucho mejor que esto.
La película también tiene escenas de acción, pero realmente son bastante escasas. De todas formas intercalan humor malo y una música que no pega, con lo cual hay poco que rascar.
Llega un momento en que la comedia deja paso a momentos serios de relación familiar, y entonces se vuelve aún más aburrida. De hecho, es difícil entrar en ese juego, cuando todo lo anterior parece “No te rías, que es peor”.
Simplemente, es una película hecha a medida de Ryan Reynolds, y que no deja de ser un mal producto bien vendido, de los que Netflix saca como churros para engañarnos una y otra vez. Que la disfruten los que les guste esto, que no es mi caso.