Michelle Monaghan es una actriz solvente que rara vez tiene la ocasión de encabezar repartos. Pero aquí es la protagonista absoluta (por partida doble, de hecho), de esta miniserie de intriga.
Comienza con la desaparición de su hermana gemela y luego nos lleva por un laberinto de flashbacks y líos familiares, en su investigación personal de lo que ha pasado.
La serie no es, desde luego, de las que dejan poso ni van a aumentar los suscriptores de Netflix.
Su desarrollo es bastante normalito, con algunos giros y sorpresas que no nos van a dejar impactados, pues no destaca mucho en nada. Tan solo es una buena opción si no hay otra cosa que ver (algo improbable con las toneladas de series que hay para elegir), pues entretiene por la mínima y es bastante corta.
De hecho, tiene cosas en el guion que no parecen demasiado trabajadas. No le veo sentido a que la protagonista ande engañando a todo el mundo cuando creo que eso no era necesario para llevar a cabo sus pesquisas. Además, hay cosas que sabe sin que quede claro cómo. Y por si fuera poco, la narración es un poco confusa, cuando verdaderamente tampoco tiene tanta enjundia todo en realidad. Es liosa por cómo te lo cuentan, y no por lo que te cuentan.
Por cierto, el personaje de la sheriff es muy patético. Esta mujer de ojos saltones se inmiscuye en todas partes con su falso buen rollo, y termina siendo bastante cargante.
En definitiva, una serie para ver si no tienes otra cosa, porque si no la ves no te pierdes gran cosa y es fácil de olvidar. Aun así, Monaghan está bien y el resultado es raspadito para darle el aprobado. Tal vez sea muy benevolente, pero por lo menos he sido capaz de verla completa sin que me entren ganas de abandonar.