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Voto de kikujiro:
4
7 de setiembre de 2007
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El punto de partida es la muerte de Gabriel (Claude Brasseur), dueño de un histórico, añejo y decadente cabaret. A través de su sorpresiva herencia, pretende reunir a su famila, e incluso, influir en sus vidas con decisiones y legados aparentemente irracionales. Esto, bien podía ser el punto de partida de la soberbia "A dos metros bajo tierra", sólo hay que cambiar cabaret por funeraria. Incluso yendo un poco más allá, el director se atreve a mostrar como algún que otro personaje mantiene más de un diálogo con el fantasma de Gabriel, de forma calcada a como sucede en la magistral serie ideada por Ball.
Pero ahí acaban las similitudes del invento. Que el talento es algo que se reparte con cuentagotas. Por supuesto, siempre he sentido un gran respeto por la gente que trabaja con entusiasmo, honestidad y pasión. Se nota que a Klifa le sobra de todo esto. Lo que no le sobra es lo otro, es decir, el talento. No voy a ser yo el que discuta las buenas intenciones de esta obra; que, sin embargo, peca de demasiadas cosas. Por ejemplo, de previsible. Ni su desarrollo, ni su puesta en escena, ni sus personajes, nos deparan nada novedoso o sorprendente. Por no sorprender, ni tan siquiera lo hacen los supuestos golpes de efectos. Y también peca de blanda. A pesar de esforzarse, al principio, por mostrarnos los defectos de esta peculiar familia, la cosa acaba siendo tan edulcorada, que echa por tierra esos timoratos intentos iniciales. Unos retratos que no dejan de ser un estereotipo detrás de otro.
Una película más de secretos familiares, recuperación de lazos, descubrimientos afectivos, reencuentros con uno mismo y con los demás... aunque olvídense de encontrar algo especial que la haga destacar por encima de la media.
Pero ahí acaban las similitudes del invento. Que el talento es algo que se reparte con cuentagotas. Por supuesto, siempre he sentido un gran respeto por la gente que trabaja con entusiasmo, honestidad y pasión. Se nota que a Klifa le sobra de todo esto. Lo que no le sobra es lo otro, es decir, el talento. No voy a ser yo el que discuta las buenas intenciones de esta obra; que, sin embargo, peca de demasiadas cosas. Por ejemplo, de previsible. Ni su desarrollo, ni su puesta en escena, ni sus personajes, nos deparan nada novedoso o sorprendente. Por no sorprender, ni tan siquiera lo hacen los supuestos golpes de efectos. Y también peca de blanda. A pesar de esforzarse, al principio, por mostrarnos los defectos de esta peculiar familia, la cosa acaba siendo tan edulcorada, que echa por tierra esos timoratos intentos iniciales. Unos retratos que no dejan de ser un estereotipo detrás de otro.
Una película más de secretos familiares, recuperación de lazos, descubrimientos afectivos, reencuentros con uno mismo y con los demás... aunque olvídense de encontrar algo especial que la haga destacar por encima de la media.