Otra película británica sobre otra monarca provecta. Detrás de cámaras, el maestro en estos asuntos, Stephen Frears, que demuestra con la comparativa con "La reina" cómo se pueden hacer las cosas muy distintas depende de lo que quieras contar y de la profundidad a la que quieras llegar. En este caso, estamos en aguas superficiales y jamás pretende ser realista o eminentemente dramática.

En ese sentido, la película no engaña y, como tal, funciona como un reloj: es amena, simpática, a veces incluso divertida y con algún punto de obligado drama. Su guion es más que decente, y aunque en algún momento parezca reivindicativa, esto es comedia en pensión completa. Se ve muy claro en lo que respecta a los personajes secundarios: completamente planos. Nunca veremos al joven indio salirse una coma de su amabilidad, ni al futuro heredero mostrar una pizca de compasión, ni al mayordomo ni a ninguno de la corte real cambiar ni un ápice de su primigenio carácter.

Judi Dench, como sus coetáneas Mirren y Smith, tiene tal fuerza en su mirada y en su gestualidad, y es tan buena actriz, que hace de sus personajes algo indivisible a su persona. Su Victoria es seca e inteligente, y sólo ese joven indio le hará variar su carácter. Al fin y al cabo, es el único ser sobre suelo británico que la trata de tú a tú y con el que puede abrirse emocionalmente. En otro año, Dench habría logrado una nominación al Oscar, pero 2017 fue verdaderamente prolífico en cuanto actuaciones femeninas. El resto del reparto están dónde deben estar, pero sólo son Olivia Williams y Fenella Woolgar, por lo opuesto de sus caracteres y lo cómicas que resultan, las únicas que destacan, mínimamente, frente a la reina.

Estéticamente, es estupenda. Se nota que es una película de estudio, cuidada y hecha para deleitar al espectador, sabedores que su argumento no era nada del otro jueves y que, por tanto, todo lo demás debería estar a gran nivel. Y lo está. Es una película que puedes ver en cualquier momento y siempre te parecerá un agradable paseo.