Será por la intrínseca sencillez de las vidas mundanas únicamente sacudidas por la tormenta inesperada del amor, será por la playa o será por la espléndida Diane Lane en su último gran papel (hasta "Uno de nosotros"). Será por lo que sea, pero "Noches de tormenta" es deliciosa.

Y quizás sólo me lo parezca a mí, porque no niego cómo George C. Wolfe desaprovecha esta historia de Nicholas Sparks con una dirección mediocre y una cámara que anda excitada, lo que le impide captar los aspectos más sutiles*(1) y también exprimir aquellos más valiosos*(2). La película carece de picardía y estilo, de una banda sonora inolvidable, que la pedía a gritos, y si no fuese por sus actores y por lo sólido y sorprendente*(3) de su argumento, "Noches de tormenta" podría ser una cualquiera de sobremesa.

Pero se trata de lo que sientes mientras la ves y del poso que deja al finalizar, todo ello absolutamente subjetivo, así que dependerá de lo que busques en ella y del momento vital en el que te encuentres. A mí me atrapó, me conmovió y, cuando quise darme cuenta, ya había terminado. Y sentí que, quizás, no la había disfrutado todo lo que debiera, así que no tardaré en regresar a Rodanthe.