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Voto de Miquel:
7
6,5
2.001
Intriga. Drama
Jean-Paul y Marianne disfrutan de unas tranquilas vacaciones en una villa cercana a St. Tropez. Todo marcha a la perfección hasta que Marianne invita a su ex amante Harry y a su hija Penélope, a pasar unos días en la casa. Pronto la tensión empezará a crecer entre los cuatro y, bajo una aparente cordialidad, se creará un clima de celos y sospechas. (FILMAFFINITY)
30 de agosto de 2009
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero de los films realizados por Jacques Deray (1929-2003) en colaboración con el actor Alain Delon. El guión de Jean-Emmanuel Conil cuenta con diálogos de Jean-Claude Carrière y Jacques Deray. Se rueda en escenarios reales de la Casta Azul (Francia) y La Riviera (Italia). Producido por René Pignères y Gérard Beytout para Nouvelle Cinematographique (París) y Tritone (Roma), se estrena el 21-I-1969 (Francia).
La acción dramática tiene lugar en una mansión de lujo con jardín y piscina, situada cerca de Saint Tropez, a comienzos de las vacaciones de verano de 1969. Unos amigos de Marianne (Schneider), que se han ido de viaje a la India, le han dejado las llaves de la casa, donde se ha instalado para pasar unas tranquilas vacaciones con su pareja del momento, Jean-Paul (Delon). Pocos días después invita a pasar unos días con ellos a Harry (Ronet), un antiguo amigo, que se presenta acompañado de su hija adolescente, Penélope (Birkin). Marianne, periodista de éxito, de unos 29 años, es atractiva, sensual y practica el amor libre. Jean-Paul, de unos 33 años, trabaja en una empresa de publicidad. Harry, de algo más de 40 años, es alto ejecutivo de una sociedad discográfica. Los tres viven en París.
El film suma drama, crimen, thriller y policiaco. La casa que ocupan, pese a ser amplia y luminosa, constituye un espacio acotado y limitado en el que la convivencia de cuatro personas ociosas, da lugar a roces, fricciones, desavenencias, sospechas, celos y reacciones despechadas. Por lo demás, la vida focalizada en torno a la piscina, la relajación del baño en ella, los baños de sol, una comida rica en condimentos y otros factores, aportan el marco en el que se da en los personajes una fuerte pulsión del deseo. A la par, en unos casos emergen sentimientos ocultos de frustración y de insatisfacción; en otros afloran sentimientos no declarados de inseguridad y frustración; en determinadas circunstancias hacen su aparición en escena comportamientos violentos y agresivos; y a veces los sentimientos de soledad y fracaso o el simple aburrimiento se quieren aliviar mediante el consumo abusivo de alcohol. Las frustraciones e inseguridades de algunos se ven subrayadas y agravadas por las situaciones de éxito profesional, económico y sentimental de otros, con las que contrastan y con las que entran en conflictos de envidia, celos, resentimiento, etc.
Los protagonistas sobrellevan bajo apariencias educadas y exquisitas sus diferencias, sus sentimientos encontrados y sus conflictos. Esto no impide que anide en sus ánimos, en medida desigual y de forma diferente, un mundo tumultuoso de bajas pasiones (odios, afanes de venganza, egoísmos, intolerancias, violencia), que se ve fomentado por el sosiego del lugar y la serenidad de unos días de sol franco y cielos “que parecen blancos de tan azules que son”.
La acción dramática tiene lugar en una mansión de lujo con jardín y piscina, situada cerca de Saint Tropez, a comienzos de las vacaciones de verano de 1969. Unos amigos de Marianne (Schneider), que se han ido de viaje a la India, le han dejado las llaves de la casa, donde se ha instalado para pasar unas tranquilas vacaciones con su pareja del momento, Jean-Paul (Delon). Pocos días después invita a pasar unos días con ellos a Harry (Ronet), un antiguo amigo, que se presenta acompañado de su hija adolescente, Penélope (Birkin). Marianne, periodista de éxito, de unos 29 años, es atractiva, sensual y practica el amor libre. Jean-Paul, de unos 33 años, trabaja en una empresa de publicidad. Harry, de algo más de 40 años, es alto ejecutivo de una sociedad discográfica. Los tres viven en París.
El film suma drama, crimen, thriller y policiaco. La casa que ocupan, pese a ser amplia y luminosa, constituye un espacio acotado y limitado en el que la convivencia de cuatro personas ociosas, da lugar a roces, fricciones, desavenencias, sospechas, celos y reacciones despechadas. Por lo demás, la vida focalizada en torno a la piscina, la relajación del baño en ella, los baños de sol, una comida rica en condimentos y otros factores, aportan el marco en el que se da en los personajes una fuerte pulsión del deseo. A la par, en unos casos emergen sentimientos ocultos de frustración y de insatisfacción; en otros afloran sentimientos no declarados de inseguridad y frustración; en determinadas circunstancias hacen su aparición en escena comportamientos violentos y agresivos; y a veces los sentimientos de soledad y fracaso o el simple aburrimiento se quieren aliviar mediante el consumo abusivo de alcohol. Las frustraciones e inseguridades de algunos se ven subrayadas y agravadas por las situaciones de éxito profesional, económico y sentimental de otros, con las que contrastan y con las que entran en conflictos de envidia, celos, resentimiento, etc.
Los protagonistas sobrellevan bajo apariencias educadas y exquisitas sus diferencias, sus sentimientos encontrados y sus conflictos. Esto no impide que anide en sus ánimos, en medida desigual y de forma diferente, un mundo tumultuoso de bajas pasiones (odios, afanes de venganza, egoísmos, intolerancias, violencia), que se ve fomentado por el sosiego del lugar y la serenidad de unos días de sol franco y cielos “que parecen blancos de tan azules que son”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Las vacaciones no garantizan ni la relajación, ni el descanso, ni el sosiego, ni la convivencia pacífica. Las vacaciones pueden ser el marco de eclosión de rivalidades, frustraciones, disputas y viejos rencores. Son incompatibles con la aplicación de criterios de improvisación, descuido y aceptación de interferencias.
El film presenta una cuidada dirección de actores. Los diálogos son naturales y ágiles. Las interpretaciones protagonistas (Delon, Schneider y Ronet) son correctas y convincentes. El ritmo es pausado y regular, como corresponde a un relato destinado a que se pueda palpar el ocio, la sensualidad y el erotismo. Jacques Deray entrega una obra correcta, aseada y ajustada a un crescendo dramático, que si bien tarda en arrancar, se desarrolla con habilidad, retiene la atención del espectador y satisface sus exigencias de realismo y actualidad.
Concebido como film destinado a un público acomodado (el de los protagonistas), supera las previsiones de taquilla en Francia y en Europa. El hecho es explicable en función del prestigio, la imagen pública, la sensualidad y erotismo de la pareja protagonista y la fama de la misma. El film supone su reencuentro en pantalla después de varios años de ausencia. También contribuye al éxito inicial la intencionada y buscada adecuación de la historia a los intereses y gustos del momento. En este sentido, el realizador suma en el film elementos de la “nouvelle vague” (escenarios exteriores, rodaje en directo, interpretaciones naturales, luz natural, ausencia de artificios), temas puestos de moda en determinados círculos por Antonioni (la incomunicación) y un argumento atractivo por la ausencia de convencionalismos y viejos prejuicios en el comportamiento de las personas.
La música, de Michel Legrand (“Los paraguas de Cherburgo”, Demy, 1964), aporta una banda sonora original representativa de la moda y los gustos musicales de finales de los 60. Ofrece un conjunto de canciones rítmicas y coloristas, que dignifican el film y le trasmiten el eco de la época. La fotografía, de Jean-Jacques Tarbès (“Flic Story”, Deray, 1975), en color (eastmancolor), crea composiciones de luces cálidas e intensas, que recuerdan las de “A pleno sol” (Clément, 1960). La cámara se mueve con precisión y oportunidad, buscando los mejores ángulos y encuadres. Mira los rostros protagonistas con primeros planos tan inquisitivos, como expresivos. Vista con ojos de hoy, la película tiene el interés de ser una obra correcta, que refleja una época, muestra la actuación de una pareja mítica del momento y documenta los cambios culturales y sociales de los años 60.
El film presenta una cuidada dirección de actores. Los diálogos son naturales y ágiles. Las interpretaciones protagonistas (Delon, Schneider y Ronet) son correctas y convincentes. El ritmo es pausado y regular, como corresponde a un relato destinado a que se pueda palpar el ocio, la sensualidad y el erotismo. Jacques Deray entrega una obra correcta, aseada y ajustada a un crescendo dramático, que si bien tarda en arrancar, se desarrolla con habilidad, retiene la atención del espectador y satisface sus exigencias de realismo y actualidad.
Concebido como film destinado a un público acomodado (el de los protagonistas), supera las previsiones de taquilla en Francia y en Europa. El hecho es explicable en función del prestigio, la imagen pública, la sensualidad y erotismo de la pareja protagonista y la fama de la misma. El film supone su reencuentro en pantalla después de varios años de ausencia. También contribuye al éxito inicial la intencionada y buscada adecuación de la historia a los intereses y gustos del momento. En este sentido, el realizador suma en el film elementos de la “nouvelle vague” (escenarios exteriores, rodaje en directo, interpretaciones naturales, luz natural, ausencia de artificios), temas puestos de moda en determinados círculos por Antonioni (la incomunicación) y un argumento atractivo por la ausencia de convencionalismos y viejos prejuicios en el comportamiento de las personas.
La música, de Michel Legrand (“Los paraguas de Cherburgo”, Demy, 1964), aporta una banda sonora original representativa de la moda y los gustos musicales de finales de los 60. Ofrece un conjunto de canciones rítmicas y coloristas, que dignifican el film y le trasmiten el eco de la época. La fotografía, de Jean-Jacques Tarbès (“Flic Story”, Deray, 1975), en color (eastmancolor), crea composiciones de luces cálidas e intensas, que recuerdan las de “A pleno sol” (Clément, 1960). La cámara se mueve con precisión y oportunidad, buscando los mejores ángulos y encuadres. Mira los rostros protagonistas con primeros planos tan inquisitivos, como expresivos. Vista con ojos de hoy, la película tiene el interés de ser una obra correcta, que refleja una época, muestra la actuación de una pareja mítica del momento y documenta los cambios culturales y sociales de los años 60.