He descubierto esta serie tontorrona en Amazon Prime. Mira que ya tiene años (es de 2008), pero hasta ahora nunca había reparado en ella.

Digamos que se trata de una adaptación muuuuuuuy libre (y evidentemente dirigidas a un público infantil y juvenil) de las aventuras del famoso Robinson Crusoe, pero protagonizadas por un fulano cuyas habilidades con el bricolaje y la ingeniería casera van mas allá de las imaginadas por Daniel Defoe para su muy inglés náufrago del siglo XVIII. Y es que en esta producción británica el amigo Crusoe, con la inestimable colaboración del ex-canibal Viernes (que aquí resulta ser políglota, habilidoso guerrero y hasta filósofo) se monta en una isla de ensueño toda una residencia arbórea que ya quisieran muchos establecimientos turísticos caribeños, pues dispone de todos los lujos imaginables (desde un ascensor a un exprimidor de cítricos) y automatizaciones artesanas con poleas y cuerdas. Tan impresionante es todo que uno se pregunta por qué Crusoe, si es capaz de hacer todo eso, no se construye un barco a prueba de tifones y se larga de la isla. Isla que, por cierto, debe de estar situada cerca de alguna importante ruta comercial, pues es constantemente visitada por piratas medio tontos, guardacostas hispanomexicanos del virreinato de Nueva España tampoco demasiado espabilados, mercantes británicos con bellas damiselas a bordo asediadas por amotinados, etc. Y, por supuesto, nuestros héroes isleños escaparán de todos los peligros, rescatarán doncellas y harán gala de unos conocimientos de combate y de una capacidad para construir trampas que ya hubieran querido para sí los milicianos del Vietcong. Y todo ello luciendo un afeitado impoluto y una ropa limpia por la que no pasa el tiempo.

En fin, todo demasiado fantasioso e infantilón, como ya he dicho. Tanto, que no he podido llegar a ver los 13 episodios y me he quedado en el cuarto.