En 1952 Charles Chaplin rodaba su última película en Estados Unidos. Para la ocasión escogió como argumento la decadencia de un hombre que lo había dado todo por el mundo del espectáculo, un retrato de si mismo y del mundo que le rodeaba, y nos dejaba para la posteridad una película antológica. Su título, Candilejas.

Darren Aronofski recupera con The Wrestler toda la esencia de aquella maravillosa cinta, y deja muestras de su enorme capacidad como director, en una película que, salvando las distancias, claro, se asemeja mucho a la de Chaplin.
La historia de un hombre acabado, tremendamente solo y hastiado, que se agarra a su pasado para sobrevivir al presente. Un hombre incapaz de abandonar lo único que le hace mantenerse vivo, aunque sea arrastrándose por cuadriláteros de mala muerte.

Aronofski también escoge para la ocasión un personaje del mundo del espectáculo, una marioneta del show de las cuatro cuerdas, antaño un referente, y que ha visto como su vida personal y profesional se venía abajo con el paso de los años.
Rourke, borda el papel en una interpretación enorme y repleta de matices, habrá quien le reproche que más que una actuación se ha limitado a ser él mismo, que las verdaderas actuaciones son las que vienen de dentro y de la asimilación de un personaje distinto.
Puede ser, pero yo tampoco soy nadie para juzgar una actitud determinada en la vida de nadie, solo se que en esta película Rourke está inmenso, y me alegro de que de una vez por todas nos vuelva a demostrar el grandísimo actor que lleva dentro.

Como contrapunto a Ray “El Carnero”, The Wrestler nos deja otra magnífica interpretación. Una espléndida Marisa Tomei, en un papel a todas luces menor, pero que se encarga de rentabilizar con todos sus medios disponibles, (y con todos me refiero a todos…) quitando el hipo al espectador cada vez que sale en pantalla.

¿Y la música?. Una gozada. Fantástica recopilación del mejor Rock de los 80, con grupos como Cinderella, Solomon, Rat Attack o Guns N´Roses, que ya desde los expléndidos títulos de crédito iniciales marcan la pauta a lo largo de toda la cinta, para terminar con una colosal, otra más, muestra de genialidad de The Boss.

La película puede dar la impresión de Déjà Vu, sobretodo en el guión, pero está tan bien narrada y filmada que uno se da cuenta enseguida que está asistiendo a algo diferente. El tratamiento de los personajes, la cámara siempre en su sitio, tanto en exteriores como en los magníficos interiores, y esos largos travelín que persiguen todo el metraje a Rourke, son pequeños detalles, pero que juntos producen un resultado excelente.

Aronofski está en racha, aprovechando al máximo su enorme talento y demostrando por qué es uno de los mejores cineastas del momento.