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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Una cadena de televisión convierte en estrella televisiva a un vagabundo. La sorprendente reacción del público hacia el personaje cambiará su vida por completo, convirtiéndolo en una víctima de los medios de comunicación. (FILMAFFINITY)
27 de agosto de 2013
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
De sobra es conocido Kazan por sus famosas adaptaciones de Tennessee Williams y John Steimbeck (Un tranvía llamado deseo, Al este del edén), con este film pretendía regresar al espacio dramático de sus primeros triunfos, al cine llamado “social”. Estamos en el estado de Arkansas, mediados de los cincuenta, Marcia Jeffries (una maravillosa Patricia Neal), periodista creadora del programa radiofónico “A face in the crowd”, graba una de sus emisiones en la cárcel de un pequeño pueblo; el demagógico programa, falacia posibilista de la “democracia” yanqui, tiene como objeto descubrir “un rostro anónimo entre la multitud” y darle ocasión de ejercer durante unos minutos cierto protagonismo radiofónico.

El nuevo “descubrimiento” de Marcia es Lonesome Rhodes (estupendo Andy Griffith) que fue encarcelado por estar borracho, tiene la misma ingenuidad que las canciones folk que interpreta con su vieja guitarra, la cual, él dice amar más que a su mujer. Por la expresión de complicidad de Marcia podemos intuir el devenir del film. Desde su primera actuación en la radio, Rhodes el “solitario” sabe ganarse al público, empezando sabiamente por las amas de casa del país del matriarcado. Pero el film no tarda en cambiar su rumbo, abordando una variación sobre dos temas bastante frecuentados por el cine:
1. La posibilidad de ascenso social de una persona en el país, donde un actor puede llegar a ser presidente.
2. La manipulación de las masas a través de los medios de comunicación; la “movilidad social” de un país y el poder de la publicidad.

La institucionalización de la mediocridad, donde cualquier botarate puede manejar las masas con mensajes demagógicos y trasnochados. La película narra la ascensión y caída de este personaje, pasando de ingenuo vagabundo a controlador (controlado) de la opinión pública del país, director de su propia cadena de publicidad y alentador de escaladas políticas. Un material atractivo para Kazan, en connivencia con su guionista Budd Schulberg con quien tres años antes realizaron “La ley del silencio”, recrean con un ritmo trepidante ese asqueroso mundo de la lucha por la audiencia a cualquier precio.

Los avatares de este individuo patético, de vida desordenada, cuya aventura amorosa y misoginia nacida en su niñez con el abandono del padre y la prostitución de la madre, se proyecta a su primera esposa y su relación con la segunda, una jovencita majorette encarnada por una preciosa Lee Remick. Interesante el papel de Walter Matthau como guionista y consejero sentimental de Marcia y el trabajo de Tony Franciosa como agente despiadado y vividor. En resumen un film interesante que recrea la sociedad americana de los años 50.
Antonio Morales
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