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Voto de Antonio Morales:
7
Drama Una joven belga (Audrey Hepburn) que pertenece a una familia burguesa, ingresa como novicia en un convento. Tras profesar como monja, la hermana Luke es enviada al Congo a trabajar como enfermera en una misión. Su sorpresa será mayúscula cuando compruebe que ha sido destinada a un hospital para blancos, como ayudante de un cirujano. (FILMAFFINITY)
12 de marzo de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El vienés Fred Zinnemann, autor de films tan importantes y emblemáticos como “Solo ante el peligro”, “De aquí a la eternidad” o “Un hombre para la eternidad”, es un excelente cineasta, que no se le ha valorado en lo que merece. “Historia de una monja” es su decimoquinto largometraje, mediante el lenguaje elegante del melodrama aborda el tema de la religión católica con seriedad y sin artificios ni maniqueos. La película adapta la novela biográfica del mismo nombre, escrita por Kathryn C. Hulme, basada en la vida de Marie-Louise Habets, publicada un par de años antes. Rodada en exteriores de Belgica y el Congo, los interiores se rodaron en Cinecittá (Roma), inaugurando la moda del rodaje de muchas películas americanas de gran presupuesto.

Lo primero que sorprende en “Historia de una monja” es su total sobriedad, lo que, unido a la ausencia deliberada de espectacularidad y sensacionalismo, la distingue radicalmente de casi todas las grandes superproducciones de la época. Conforme avanza la película comprobamos que la sobriedad está refrendada por un extraordinario rigor, una constante precisión, para tratar de lograr (con notable honestidad) aproximarse a los avatares de una monja, durante los diecisiete años que duró su consagración a Dios. La historia comienza cuando la joven belga Gabriella van der mal (una maravillosa Audrey Hepburn) hija de un acomodado cirujano decide, abandonándolo todo, entrar en el convento de las Hermanas de la Caridad de Jesús y María.

Su fuerza de convicción hace que cualquier aparente sacrificio le parezca irrelevante ante su decisión de seguir el mandato divino: “Vende todo cuanto tengas, ven y sígueme”. Su itinerario prevé una etapa de postulante y de novicia para conseguir ese silencio interior que posibilite estar en contacto permanente con Dios. Pero ese presunto camino de perfección significa el abandono de todo lo humano: ”La monja perfecta es la que obedece hasta la muerte”. Los conflictos de Gaby para acabar convirtiéndose en la hermana Luke (Hepburn) comienzan porque no abandona todo al oír la campana - la voz de Dios -, sino que continúa cuidando a la enferma, le cuesta aceptar esas “imperfecciones” ante la superiora. Incluso tiene que renunciar a su talento para la medicina, para no herir la susceptibilidad de sus compañeras, debe aceptar una evidente mala interpretación de la humildad.

La llegada al Congo servirá para que Luke compruebe que hay otros modelos distintos del que proponen las órdenes religiosas. El Dr. Fortunati (Peter Finch), en palabras de la madre superiora es peligrosísimo porque “es maravilloso, pero soltero y no creyente”, pero Luke le admira cada vez más como es, un claro referente de su adorado padre. Ella está en perpetua tensión, producto de una lucha interior agotadora, en la que tiene que reprimir permanentemente sus sentimientos más profundos. Zinnemann nos ofrece un film humano y estremecedor sobre la fe, los dogmas y la moral, el cineasta siempre insinúa y nunca subraya, que tiene un admirable guión de Robert Anderson en el que podemos sentir la soledad, el trato frío y desolador de la institución y la habilidad del cineasta para con tan escasos elementos pueda conseguir tal intensidad.
Antonio Morales
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